Capítulo 22.

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Destiny.

Remuevo con lentitud la cucharada de madera dentro del caldo. Sonrío con pesar al recordar que mamá siempre corría a hacerme de un caldo cuando me sentía indispuesta, nunca pensé que llegaría el día en que sería yo quien prepara un caldo, y mucho menos para Henry Lawrence.

Es sorprendente la manera en que ocurrieron tantas cosas en mi vida en tan poco tiempo; es imposible de creer que por declinar uno de mis correos Henry terminaría a mi cuidado un miércoles por la tarde. Intento solo pensar en ello, en que después de tanta insistencia y encuentros torpes entre nosotros hemos acabo de esta manera. No quiero acabar pensando en que me estoy en peligro y que es por ello que mis encuentros con Henry se han hecho aún más cercanos.

Pico un poco de verduras, las añado al caldo y cuando todo está listo y bien cocinado procedo a servir en una taza honda. También he hecho un té, por lo cual lo vierto en una taza y lo coloco a la par del caldo en una bandeja. No soy la mejor cocinando, pero espero que lo que he preparado pueda hacer que Henry se levante de la cama y tome un baño.

Aunque... lo que sea que tiene va más allá de algo físico.

—Listo —me digo.

Tomo la bandeja y camino hasta el pasillo que da a la habitación de Henry. En el trayecto me doy el permiso de inspeccionar la casa, es como si todo el misterio que a él lo envuelve absorbiera todo a su alrededor; las paredes no tienen ni un rastro de fotografías, ni decoración, nada. Todo es tan neutro y poco cálido que llego a entender un poco su deseo de regresar a su propio hogar.

Es como si el misterio que reserva para los demás se lo reservara para él mismo.

—Hice algo de comer —digo. Entro por completo a la habitación, empujando la puerta con mi cadera— te hará bien comer un poco.

Henry apenas logra abrir sus ojos, se ve muy enfermo.

—No hacía falta —contesta.

—Lo vi muy necesario.

Pongo la bandeja con comida en su mesita de noche, lo ayudo a tomar asiento, apoya su espalda en el respaldar de la cama y coloco unas cuantas almohadas a su alrededor. Todo ello bajo su atenta mirada.

—Eres algo así como un ángel caído del cielo —dice.

No evito sonrojarme ante sus palabras.

—Espero no estar siendo un peso para ti, bien puedo, si quieres, contratar a una enfermera para que me cuide, y así tú puedas seguir con lo tuyo.

Tomo una cucharada del caldo, soplo un poco y la llevo hacía él.

—Seguir con lo mío es cuidar de ti —contesto.

Lo miro sonreír antes de comenzar a comer.

Nos mantenemos en silencio hasta que se acaba el caldo y toma un poco de su té. No quiero decirle que se ve demasiado pálido, pero cuando me pregunta qué tal se ve le digo que se encuentra mejor de a como lo encontré, lo cual es verdad.

Me tranquiliza de cierta manera estar aquí para él, sé que el cuidado de una enfermera sería más rápido en hacer efecto, pero no sería tan conciso y cálido como el mío, porque en realidad quiero que se recupere, que lo haga de lo que sea que le está sucediendo.

—¿Puedo hacer una pregunta? —cuestiono.

Él me mira, y asiente con lentitud. Me doy el permiso de sentarme a la orilla de la cama y terminar de arroparlo. Henry regresa a lo de cerrar sus ojos para descansar, aun así, sé que me escucha.

—¿Esto tiene que ver con la fecha de la que hablas?

Abre los ojos y me mira, luego asiente como respuesta.

Hasta el Final #1 ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora