Capítulo 32.

158 15 26
                                    

—Coincidí con Taboa en varias de las asambleas establecidas en esta zona de la ciudad antes de su arresto. Nunca hablamos más allá de las problemáticas que se daban en mi país, mucho después de su arresto fui citado por su abogado a las comisarias; Taboa seguía interesado por las propuestas que daba yo para dar fin con todo tipo de problema en mi país. Siempre me pareció admirable aquello... nunca me ofreció armas, él siempre supo que mis hombres no combatían con armas, sino, que buscábamos llegar al ojo del huracán con palabras y resguardos.

>>Pero Taboa no fue el único que quiso apoyarnos en aquel momento. También estaba este hombre que era fundador de un refugio de soldados que fueron dañados por su servicio, laborando o simplemente que quedaban desahuciados por problemas personales. Este hombre también se contactó conmigo todas las veces que asistí a asambleas aquí en Manhattan.

>>Hablamos sobre problemáticas, necesidades y las guerrillas que intentábamos combatir... fue ahí cuando su interés creció; me comentó sobre las armas que el gobierno donaba para ellos; armas que no necesitaba o que les serian de ayuda para sus actividades de caza deportiva y todas esas cosas que ahora entiendo eran mentira.

El hombre se detiene un momento, no me detengo de hacer apuntes en mi libreta. En mi mente intento unir puntos, saber en qué parte de todo esto ingresa Taboa y su donación de armas o el por qué este nuevo hombre desconocido se interesaba tanto en ayudar.

—Acepte la primera entrega porque por más que intentáramos hablar con el pueblo era imposible mantenerlos a salvo —prosigue— luego llegó otra entrega... y otra. Hasta que no solo detuvimos a la guerrilla, sino, que nuestras manos se manchaban con su sangre.

>>Entendí en su momento que nuestro fin había sido cambiado, teníamos armas por doquier, pero no la paz que buscábamos. Investigué mucho, la rabia y desconcierto me habían segado, la sed de victoria. En media investigación y a pocos días de la última asamblea en Manhattan, descubrí que las donaciones que nos dieron de armas habían sido parte de las mismas entregas que hacían a grupos de narcotraficantes al otro lado del mundo.

>>Nunca fueron donaciones del gobierno, sino que, todo el tiempo fueron armas que pasaron por la red de tráfico. Eran ilícitas. El día de la asamblea decidí no callar, pero me tenían vigilado y cuando estaba listo para desenmascarar al hombre todos los periodistas cayeron sobre mí como la misma pregunta: ¿En qué me relacionaba con Taboa?

>>Supongo que lo demás lo ha de saber; el atentado, heridos, muerte y yo acabando en una camilla luego de ser secuestrado y sentenciado por hombres que él había enviado. Pero si voy a morir, espero hacerlo luego de que toda la verdad salga a la luz.

—Entonces Taboa no fue quien dio la donación de armas —concluyo.

—Nunca lo fue, Taboa ha sido el único interesado en esta ciudad por las problemáticas de mi país. Si alguna vez ha sido parte del tráfico de armas, entonces yo no lo sabría.

—Y este hombre que le dio la donación... ¿cómo se llama su congregación?

Espero ansiosa una respuesta.

—Te adentras en lugares peligrosos —responde.

Doy un suspiro hondo. Deseo decirle que no importa, que no me importaría desmantelar a todas las personas detrás de los problemas que envuelven al gobierno; que no me importaría porque dentro de mis intereses se encuentra salvar a Henry de la condena de muerte que se ha impuesto.

—Prometo no ir más allá de lo debido —le digo.

—Los encontrarás como STBS —contesta—, procura no ir más allá de tus convicciones, porque te puedes encontrar de lleno con la peor de tus pesadillas.

Hasta el Final #1 ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora