Hasta el Final #1 ✅

Capítulo 40: Final.

Dejo de apilar las cajas para mirar a mi alrededor. Debo de respirar más de dos veces seguidas para deshacerme del nudo en la garganta. Ver hasta donde he llegado en los últimos tres meses me obliga a ponerme a pensar en muchas cosas: y en si todas ellas han sido una buena decisión. Niego con la cabeza, prefiero quedarme con la duda a cuestionármelo y acabar peor. Porque, si me siento bien ahora mismo quiere decir que todo lo que he pasado es para esto, ¿no? para ser feliz.

Y lo estoy siendo en este mismo instante, a pesar de estar recogiendo y acomodando todo en las mismas cajas que he traído al venirme a Manhattan.

—¿Todo listo? El camión de mudanza no tarda en llegar.

Aparto la mirada de la torre de cajas y la centro en él; su sonrisa se agranda cuando nuestras miradas se encuentran, y no puedo evitar sonreír junto a él. Puede que ahora todo me aterre, pero a pesar de ello no dejo de sentir esa pólvora de felicidad que estalla en mí.

—Me falta empacar la ropa en las valijas, pero para lo demás todo listo —contesto.

Henry asiente y se desaparece por el pasillo. Me quedo mirando con una sonrisa en el rostro el lugar por el cual se ha ido, me hace feliz verle moverse sin ningún problema, y no solo me refiero a su herida ya sana, sino también, al hecho de que, se le ve libre. Tal y como debió ser desde un principio para él.

Me rio por lo bajo cuando caigo en cuenta de lo tonta que debo parecer sonriéndole a la nada.

Regreso a mi labor en cuestión de segundos. Empaco cuanto puedo en las valijas que tengo y cuando ya todo está listo, tomo asiento en mi cama. Hay una presión en mi pecho que me recordará siempre que este apartamento fue mi primer paso a independizarme, y a pesar de que me fue difícil desempacar, hoy me es fácil dejarlo todo atrás para este nuevo comienzo, el cual espero, me salga bien.

—¿Puedes venir cuando hayas acabado?

Llevo mi mirada a la puerta, me levanto de la cama y sigo la voz de Henry. Cuando llego a la sala de estar lo encuentro sentado en uno de los sofás, él ha movido otro para que quedase frente a frente. Da unas palmaditas al sofá que tiene en frente y con un movimiento de manos me pide acercarme.

—¿Sucede algo? —cuestiono.

—Solo ven.

Hago caso a lo que dice y me acerco para tomar asiento, al tenerlo frente a frente Henry se acerca y besa mis labios, cuando se aleja toma al de detrás de su espalda y me lo entrega. Enarco mis cejas al mirar que lo que me tiende son mis gafas de lectura y mi libreta de apuntes, aquella que llevé en mi primer intento de entrevista con él.

—Curioseaste —lo incrimino.

—Era imposible no hacerlo —se encoge de hombros, pero no pierde la sonrisa— estaba ahí cuando fui por tus cosas del trabajo.

—¿Y todos se volvieron locos al ver al grandioso Henry Lawrence en mi oficina?  —bromeo.

—No tanto como la primera vez —me recuerda.

Los dos reímos, pero eso no lo detiene para lo que me ha llamado.

—Te prometí tantas veces decir la verdad que al final terminó sucediendo sin que así lo quisiéramos —dice, en su voz hay un cambio de tono— nunca dejaré de pedirte disculpas por todo ello.

Desocupo una de mis manos y le acaricio la mejilla.

—Henry… no hace falta revivir todo aquello, ¿okay? Nueva vida, recuérdalo.

—No, Des. Aunque se trate de olvidar también se trata de dejar atrás —me dice— y si así lo queremos entonces tendremos que hacer válidas las promesas. Recuerdo haberte dicho que al terminar todo tendrías toda la información que quisieras.