17 de agosto

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Katsuki trabaja en un edificio, un GRAN edificio, sin embargo, él no posee un "estatus" o poder en aquella empresa.

No es contador, ni estafador. No es vertedero ni jardinero. Él simplemente está ahí como encargado de la limpieza.

El edificio posee 87 pisos, y, aún que Bakugou solamente se encarga de los últimos 20, es un trabajo realmente muy pesado y agotador.

El cenizo siente que sus energías desaparecen al momento de tomar el trapeador, pasándolo sin ganas por el corredor.

Sin embargo, aveces, cuando mira por los grandes ventanales del piso 80, no puede evitar el pensamiento de estar en la sima del mundo.

Como si él fuese un gran empresario.

Entonces sonríe, se sienta en una de esas costosas sillas de cuero y llora.

Llora de la frustración, porque sabe que él pudo haber tenido todo eso. Pero lo estropeó.

- Idiota -se decía, cerrando con fuerza sus ojos, mirando con anhelo el cielo, el cual estaba aún más alto que él.

Hay veces en las que desea saltar, tirarse por el ventanal.

Pero no lo hace, no se atreve.

- Es una linda vista, ¿No lo crees? -comenta una cantarina voz

Katsuki se levanta de golpe de la silla, limpiando su rostro y tomando su escoba. Se supone que, a estas horas, ya nadie se encontraba con él.

A menos que se tratara de algún encargado de los pisos inferiores.

Volteó su rostro, frunciendo el ceño al comprobar que no, no se trataba de un simple encargado más.

Era Kirishima Eijiro, el dueño del lugar.

El hombre más poderoso al que Bakugou había podido mirar.

Su ajustado traje y su roja corbata le daban aquel toque elegante que los de la élite debían tener, sin embargo, había algo extraño en el teñido.

Tenía una gran sonrisa.

Sonrisa que nadie de ese nivel mostraba ante un simple perdedor.

- ¿Te gusta el lugar? -volvió a preguntar, dejando perplejo a Bakugou

Era obvio que el sujeto lo estaba echando, sin embargo, Katsuki aún no acababa de limpiar.

- Aún me falta trapear -murmuro

Eijiro asintió, sin dejar de sonreír, se acercó al cenizo, posando una de sus fuertes manos en el hombro ajeno.

- No te había visto por el lugar -dijo el pelirojo, llamando la atención del rubio, quien lo miro extrañado

¿Qué hacía Kirishima Eijiro hablándole con esa encantadora sonrisa?

Bakugou frunció el ceño, mirando discretamente a su alrededor, escuchando la melodiosa risa del mayor resonar en sus tímpanos.

- A ti te estoy hablando, rubio -aclaro, acomodándose apoyado en el escritorio, mirando el cielo a través del gran ventanal

Katsuki trago, pestañeando repetidas veces para espabilar.

¡Le estaba hablando a él!

¡¿Qué diablos?!

- Trabajo hace poco aquí -contestó Bakugou, mirando el piso, continuando con lo que hacía

Eijiro nuevamente río, enternecido por el obvio nerviosismo del menor.

Nuevamente se levantó, acercándose al cenizo y mirando a su alrededor.

- Eres bastante bueno en lo que haces -alagó, consiguiendo un pequeño "gracias" por parte del cenizo- ¿Cómo te llamas, rubio? -preguntó

Katsuki se detuvo un momento, mirando de reojo a su superior.

- Bakugou, Bakugou Katsuki -murmuro, mostrando cierta inseguridad en su tono de voz

Eijiro sonrió, acariciando fugazmente los pómulos del menor.

- Dime, Katsuki, ¿Sabes operar un computador? -preguntó, susurrando solo para ellos dos

- ¿A qué se debe su pregunta, señor? -

Bakugou no se sentía del todo a gusto con el repentino acercamiento que el pelirojo estaba teniendo hacia él.

Pero este no pareció afectado por aquello, pues nuevamente sonrió.

- Acompáñame -



















- Tienes dos citas atrasadas, bastardo -recalcó Bakugou, mirando rabioso al mayor, quien ni se inmutó

Bakugou odiaba cuando el pelirojo lo ignoraba, a pesar de que sabía que no lo hacía a propósito.

- ¡Oye! Escucha cuando te hablo -demandó

Katsuki había cambiado mucho en aquellos ocho meses de ascenso.

Pero no era para menos, después de todo, pasar de ser un simple perdedor, a ser casi director.

Era la gran cosa ¿o no?

Ahora tenía confianza en sí. Gritaba si quería algo, no lo rogaba.

- Di que tuve dificultades -solucionó Eijiro, acercándose para acorralar contra el ventanal al menor- Eso hacen los secretarios ¿Cierto? -preguntó, besando castamente la mejilla del rubio

Katsuki negó, mirando desde su posición hacia abajo.

Piso 87, a su disposición.

Todo por el pelirojo, quien, sin saberlo, le brindó una segunda oportunidad a Bakugou.

La cual no desperdiciaria.

KiriBaku Month 2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora