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Cosquillas en su hermosa carita, hizo que el pequeño abra sus ojitos después de un muy buen sueño. Miró quién o que era que le causaba esas cosquillas, y se encontró con su novio dándole un montón de besitos leves por todo su rostro angelical.

—a despertarse bebé— habló el castaño, con voz ronca. Haciendo que el menor sonría.

—¿qué hora son?— preguntó Martín, aferrándose más al torso del mayor y escondiendo su cabecita en el cuello de este.

—las 10:45— respondió el castaño, mientras mimaba al pelinegro.

—voy al baño— dijo Martín, con pereza. Se levantó de la cama, sintiendo un poco de frío al despedirse de sus mantitas. Se calzó con sus pantuflas y caminó hasta el baño.

Se levó la cara, sus dientes e hizo sus necesidades. Para después salir del baño e ir otra vez a su habitación con su novio. Una vez allí, se sentó en la cama y miró al castaño.

—¿vamos a despertar a Rod Mati?— preguntó el menor mirando a Pedro. Este sólo lo miró con una sonrisa.

Se levantaron de la cama, salieron de la habitación del pequeño y se dirigieron al cuarto de huéspedes. Una vez a de la te de la puerta de tal cuarto, entraron con mucho cuidado y sin hacer mucho ruido, ya que no querían que Teniente y Candia se despierten. Cuando entraron, vieron a los chico abrazados y con sus ojos cerrados, obviamente estaban durmiendo. Se acercaron a los que estaban durmiendo y le gritaron el el oído.

—¡MATÍAS HAY TIRAMISÚ!— gritó el castaño, alado de el de pelo negro y largo.

—¡RODRIGO TENGO UNA MONSTER!— gritó el pelinegro, haciendo que su amigo se despierte de golpe, al igual que el novio de Teniente.

—ya quiero mi tiramisú— dijo Candia medio adormilado, miró a Pedro y a Martín con una cara seria.

—sorry Mati, pero no hay nada— contestó el de lentes, junto con una sonrisa.

—¿y mi monster?— preguntó el de septum, mirando al castaño y a el pelinegro.

—no hay nada. Así que levantarse, ¡ya! ¡ya!— le dio un beso a su novio y salieron con este del cuarto.

—¡labios de petero!— gritó Rodrigo desde la habitación, para luego abrazar a su novio por la cintura.

—¡otaku mugriento!— gritó el pelinegro desde afuera de la habitación de invitados.

Mientras que Rodrigo y Matías hacían quien sabe que cosa. El pelinegro estaba en la cocina preparando un delicioso desayuno para sus amigos y novio, y este estaba en el sofá del living con su celular. Derrepente el de lentes, siente unas grandes manos en su cintura, sabía que era Pedro. Se dio la vuelta y, efectivamente, era de mechitas grises.

—¿qué pasó amor?— preguntó el de lentes, con una sonrisa. El mayor sonrió leve, para darle un pico a su novio.

—nada bebé, ¿querés qué te ayude?.

—bueno— respondió el pelinegro. Le dio un pico, pero el mayor fue más rápido y lo tomó con fuerza de su cintura, haciendo que el beso se profundizara.

Al separarse se miraron con una sonrisa y unieron sus frentes, para darse un último pido y así poder hacer el desayuno. Cuando terminaron de hacer aquella acción, caminaron hacia el living para buscar a sus amigos. Pero como lo vieron que estaban bajando las escaleras, se dirigieron hacia el comedor, al igual que Rodrigo y Matías. Se sentaron en las sillas de la mesa y empezaron a comer el rico desayuno hecho por Martín. Una vez que terminaron dicha comida, se levantaron de la mesa y se dirigieron hacia la puerta ya que Rodrigo y Matías tenían que ir a la casa del recién nombrado, porque su madre se va a preocupar.

—bueno, tincho y el Pedro— saludó a estos con el típico saludo de amigos y entrelazó sus dedos con los de Candia.— está noche, paso por ustedes. Así no vamos al boliche.

—tranqui Otaku sucio, nos vemos— se despidieron y Martín cerró la puerta, mirando a su novio.

—¿qué hacemos?— preguntó el castaño, agarrando a el pelinegro por la cintura y dándole un beso en el cuello.

—no sé amor— contestó el de lentes. Agarró a su novio de las mejillas y le dio un beso

—veni, vamos a sentaron en l sofá y miramos algo en la tele. Alta paja hacer algo.

—bueno— contestó Martín en modo de aceptación. Se sentaron en el sofá y pusieron una serie en Netflix.

Estuvieron toda la mañana así, ya que hoy no tenían ganas de hacer literalmente nada. Así que se quedaron haciendo maratón de la serie que había salido hace poco. Una vez que terminaron de verla, el pelinegro se levantó del sillón y se fue a la cocina, ya que tenía un poco de hambre. Y volvió de la cocina con un paquete de obleas.

—estoy aburridoooo— dijo el menor, sentándose y deslizándose para el piso con el paquete de obleas en sus manitos. Hasta sentarse como chino en el piso.

—¿me das una?— preguntó Pedro con un pucherito en sus labios.

—ño— habló el pelinegro con una voz extremadamente aguda y tierna, como si de un bebé se tratara.

—deleeeeeee— contestó Parnenzini, acariciando el hermoso y sedoso cabello de Martín.

Estuvieron peleando unos minutos por que el castaño quería una oblea y de vez en cuando dándose besos en sus labios. Hasta que el timbre de la puerta principal de la casa, los hizo dejar de discutir. El pelinegro se levantó del piso, se dirigió a la puerta y la abrió. Dejando ver a un chico de tez blanca, ojos marrones y cabello del mismo color de los ojos, sólo que con mechitas de color marrón un poco mas claro que el cabello natural.

—¡Damián!— exclamó el bajito, para lanzarse a abrazar al chico de ojos marrones.

Pedro quedó con el ceño fruncido, pensando en quién era ese chico que abrazó a Martín. Y que también le dio un beso en la mejilla del bajito... ¿Quién será?.

que la vida no es cuento de hadas


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