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El primero en despertar de un profundo sueño, fue el castaño. El cual estaba admirando la belleza de Martín, y todavía, estando abrazado a este. No se quería levantar, porque eso implicaba despertar al pelinegro y dejar de ver su hermosa carita de bebé mientras duerme. Pero en cualquier momento tendría que despertarlo. Así que, con mucho cuidado y sin hacer tanto ruido, sacó los bracitos de Martín de su abdomen, se levantó y miró al pelinegro con una sonrisa de embobado.

—¡MARTÍN! ¡A DESPERTARSEEEE!— gritó el mayor, haciendo que Martín se despierte de golpe.

—¿qué pasa?— preguntó el menor, con voz de adormilado. Se talló un ojito y largo un bostezo.

—nada solo te quería despertar— contestó Pedro con una sonrisa. Martín lo miró mal.

—dejame dormir— dijo para taparse nuevamente con sus mantitas y cerrar sus ojitos.

—no dale a levantarse— se acercó a la cama y se acostó alado de el más bajito.

—veni, vamos a dormir. Hoy no hagamos nada.

—bueno— no se podía negar a un pucherito que haga el pequeño, era demasiado tierno.

El pequeño sonrió en respuesta, para después abrazar a su novio por la cintura y acomodar su cabecita en el pecho de Pedro. Agarró su celular de la mesita de luz del pequeño, lo prendió y entró a Instagram. Estuvo así unos quince minutos, aproximadamente, hasta que un tono de llamada hizo que deje de mirar su celular. Al parecer era el celular del menor, por lo tanto, lo agarró y atendió. Era la madre de Martín.

—¡hola hijito! ¿cómo la pasaste allá?— los nervios de Pedro se hicieron presentes, no sabía que responderle. Tragó saliva y tomó aire.

—hola Silvia, Martín en este momento está re dormido— respondió con respeto.

—hola Pedro, decile a mi bebé que cuando despierte me llamé ¿sabes?— dejo la progenitora del pequeño, con dulzura.

—sí Silvia, yo le digo.

—bueno te dejo, chau.

—chau.

Cortó la llamada y suspiró. Dejó el celular de su novio en el sitio original y siguió viendo Instagram, como si nada había pasado. Sintió como su novio se movía, así que decidió despertar al pelinegro por segunda vez en la mañana.

—bebé... Llamó tu mamá— dijo el castaño mientras acariciaba la suave cara del pequeño.

—¿qué quería?— preguntó Martín con su voz ronca. Se talló un ojito y miró a Pedro.

—no sé... Dijo que cuando despiertes que la llames.

—mmm... Pasame mi celular.

Ordenó el menor, con un tono dulce. El castaño agarró el teléfono de Martín y se lo dio. El anteriormente nombrado, buscó el contacto de su madre en WhatsApp y marcó para llamarla. Inmediatamente atendió.

—¿qué pasó ma?— preguntó  el pequeño con un tono adormilado.

—hijito, ¿cómo andas?— preguntó Silvia desde la otra línea.

—bien, pero en fin ¿qué paso, qué querías que te llame?.

—nada mi amor, quería cómo andabas. Cuando valla otra vez a Argentina, te voy a dar un regalito que te compré acá en México.

—bueno mami gracias, no te hubieses  molestado por un regalo.

—no hijito, yo sé que vos sos un buen hijo. Por lo tanto, te voy a regalar algo que te va a encantar.

—gracias mami, te amo.

—yo también mi amor. Bueno, te dejo porque tengo una junta.

—bueno mami, chau.

—chau mi corazón.

Dijo la madre del bajito desde la otra línea. Cortó la llamada, dejó caer u celular en la cama y pudo su cabecita en la almohada. El castaño lo vio con ternura, estaba tan enamorado del menor, que si pasaría algo y lo separarían no podría vivir. Abrazó la cintura de el pelinegro, para después depositar besitos en el cuello de Martín, como este estaba boca abajo, se le hacía más fácil.

—bebé, ¿querés ir a Starbucks?— el pelinegro se dio vuelta y lo miró con cara de enamorado.

—sí— contestó Martín, se subió arriba a de Pedro dejando su cabeza en el pecho de el castaño.

—tin, ¿estas bien?— preguntó el mayor con un tono preocupado, ya que su frente estaba muy caliente.

—no, me duele la cabeza— dijo con los ojitos cerrados. El más alto bajó con mucho cuidado al menor de arriba suyo y lo tapó con las frazadas.

—quedate ahí, yo te voy a hacer algo para que te mejores ¿si?— el pelinegro solo atinó a asentir con su cabecita. Y Pedro se levantó de la cama, dejó un beso en los labios de Martín y salió de la habitación.

Bajó las escaleras y directamente fue para la cocina. Busco en la alacena y se encontró con una caja de té. Pusó a calentar un poco de agua, buscó una taza y puso un saquito de té. Una vez que el agua ya estaba lista, pusó el agua en la taza y le agregó un poco de azúcar.

Subió las escaleras y fue a el cuarto de Martín. Este estaba tapado hasta la cabeza y dado vuelta, mirando hacia la puerta. Se dirigió hasta el pelinegro y se sentó en la cama.

—toma bebé, con este te vas a sentir mejor. Avísame cuando termines de tomarlo, así después te busco ropa y te vas a bañar ¿okay?

El menor solo asintió, una vez más, con su cabecita, para luego empezar a tomar el té. Este estaba muy rico, el azúcar estaba perfecta al igual que la temperatura del agua. Una vez que terminó de tomarlo, lo dejó en su mesita de luz y recostó su cabeza en la almohada.

—¿lo terminaste bebé?.

—mhm— respondió el bajito, en modo de aceptación. Pedro se levantó de la cama, caminó hasta el placard de su novio y le buscó ropa para bañarse.

—toma bebé, anda a bañarte y después venís acá así dormís un rato más.

—bueno— agarró la ropa y caminó hasta el baño de su cuarto.

Abrió la puerta de este, se desvistió y entró a la ducha. Dejó caer el agua en su pequeño cuerpo, gotas que después terminaban en el suelo de la ducha. Pensaba en que le traería su madre de México, pero pensó que simplemente sería algún adorno para su habitación.

Al terminar de bañarse, se secó y se pusó la ropa que le había dado el castaño. Esta era una remera grande de Pedro y un pijama (pero solo la parte de abajo)  de Stranger Things. Salió del baño  y se acostó en su cama. Su novio lo tapó con sus mantitas y le dejó un beso en los labios. Para después ir al baño y bañarse. Llevó su respectiva ropa al baño y la dejó a un lado, para luego desvestirse y entrar en la ducha para comenzar con su baño.

Al salir de este, se cambió con una remera de la NFL color roja y un pantalón al cuerpo color negro. Salió del baño y fue a la habitación del pequeño. Lo primero que vio fue a su novio con los ojitos cerrados y respirando muy calmadamente. Si despierto era un ángel, dormido lo era mucho más.

Se acostó alado del pequeño, lo abrazó por la cintura y apagó las luces. Cerró sus ojos y  al cabo de unos minutos cayó en un profundo sueño.

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