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Al llegar a la casa del adicto a la monster, Pedro y Martín, tocaron la puerta de la casa de Teniente. A lo que a los pocos segundos esta se abrió, dejando ver al mejor amigo del pelinegro.

—que onda, pedazos de loros. Vamos a dárnosla en la pera bebés— dijo el pelinegro entre risas, entrando a la casa del Otaku.

Cuando el azabache y el del septum, estaban listos. Los cuatro chicos salieron del hogar de Rodrigo, para luego, empezar a caminar hacia dicho lugar para bailar. Su camino fue entre risas y charlas, hablaban de cualquier cosa que se les cruzaba por sus cabezas, hasta que por fin, llegaron al boliche. Al entrar era el típico ambiente de joda, gente bailando, la música al tope, alcohol y olor a cigarrillos. Una joda perfectamente planeada para darte la en la pera sí o sí. Lo primero que hizo Teniente, fue agarrar a su novio de la cintura y llevarlo a la pista de baile, para empezar a hacer dicha acción. Al igual que el pelinegro y el castaño, sólo que e otro lugar de el boliche.

Había empezado a sonar una de las canciones favoritas de el de lentes, más específicamente, Mi Cubana Remix, por lo que empezó a bailar de una manera muy impactante. Su novio sólo lo miraba impactado, viendo los movimiento del pelinegro, pero decidió acercarse a este y bailar.

—qué es esa cara papi te sorprendí, no te esperabas que yo lo hiciera así— cantó el pequeño, mientras bailaba.

1:35...

Una y treinta y cinco de la madrugada, la gente seguía bailando y disfrutando de la joda, algunos ya se habían ido, por tanto alcohol que tomaron, que no podían ni estar parados. Y aunque el castaño aveces tome demasiado, esta vez, decidió disfrutar sin embriagarse y bailar con su novio.

Ahora mismo el pelinegro se encontraba bailando con Matías su mejor amigo y, el novio de este estaba tomando en la barra. Pero, el de lentes buscó con la mirada a Parnenzini, ya que este estaba bailando con él y de un momento a otro desapareció. Dejó de bailar con su amigo y empezó a buscar a el de mechitas blancas. Lo buscó en la barra, en los distintos sectores del boliche, afuera de este, en la terraza, pero no había encontrado ningún rasgo del mayor. Subió las escaleras de dicho lugar, para empezar a dirigirse al baño, ya que tenía que hacer pis y, luego, seguiría buscando a Pedro. Al entrar al baño, escuchó algunos jadeos que provenían de un cubículo, pero decidió no darle importancia y entró a un cubículo, para empezar a hacer sus necesidades. Estaba tranquilamente lavándose las manos, hasta que, escuchó una voz bastante familiar, una voz que ya la había escuchado antes, y muchas veces.

—uh boluda me re pones— habló esa voz, arrastrando las palabras por el alcohol.

Empezó a caminar hacia tal lugar en dónde se escuchaba eso, sus pasos eran lentes y silencioso. Sentía esa extraña sensación de pisar el suelo con tus pies y sentir que lentamente se te viene el mundo abajo. Al estar frente a la puerta, tomó el picaporte, con nervios y miedo. Bajó a este con lentitud y atrajo la puerta hacia atrás, dejando ver una imagen que le rompió su corazoncito en mio y un pedazos. Algo que jamás en su mismísima vida tendría que hacer echo. Era “su novio"sin ropa y besándose con una chica de cabello lacio negro y ojos de el mismo color, como sí nada en el mundos estaba pasando. Siendo que el corazón de Martín se estaba rompiendo cada vez más.

—¿encerio?— preguntó el de lentes, con sarcasmo. Haciendo que Parnenzini junto con aquella chica se separen y lo miren.

—uh Martín, ¿por qué no me dejas tranquilo?, no ves que me la quiero cojer.

Habló el más alto, arrastrando cada cosa que decía y con voz de borracho. Kovacs sintió cómo sus hermosos ojitos color café se cristalizaban, para luego, sentir una lágrima recorrer su mejilla.

—me prometiste que nunca me ibas a lastimar, ¿dónde está tu “promesa"?— habló el menor, haciendo comillas con sus deditos.

—mira te la hago corta. Ya me cansaste, me aburrí de vos. Sólo eras mi juguete, pero, que lastima que te enganchaste.

Dijo Pedro, para luego lanzar unas carcajadas. Realmente no sabía lo que decía, no estaba en sus cinco sentidos, y parece que para él, no le importaba. No le importaba que este engañando a Martín, que lo este rompiendo.

—te dejo el paso libre, porque desde ahora, terminamos Parnenzini— habló el pequeño, tan bien y sin trabarse en ninguna palabra, que se sorprendió de si mismo. Salió del baño, limpiándose sus lágrimas con las mangas de su buzo.

—dejalo, seguramente mañana se le pasa— le dijo Pedro a la chica, esta sólo lo miró con una sonrisa, para besarse otra vez.

El pelinegro bajó las escaleras, con millones de lágrimas cayendo de sus ojitos, sus mejillas y nariz se tornaban de un color rojizo, debido a las lágrimas. Vio a a sus amigos bailar y cantar en la pista, por un momento pensó en decirle que se quería ir y que sus amigos lo acompañen, pero decidió no molestar. No quería ser un estorbo para sus amigos, y más ahora que estaban felices. Salió del lugar, sentándose en un grande tronco que estaba allí en forma de “silla", colocando sus bracitos en sus piernas y dejando su cabecita arriba de sus brazos, dejando salir todas las lágrimas que tenía acumuladas. Pensaba en todos los momentos bonitos que tuvo con él, pero en menos de una hora esos recuerdos de desvanecieron.

—mal de amores, ¿no?— dijo una dulce voz, levantó su cabeza con lentitud y sacó un poco todo o que había llorado.

Se quedó atónito al ver quien era. Era su amigo de el jardín, Damián. Rápidamente se levantó de aquel tronco y se tiró, literalmente, arriba de el chico, abrazándolo por la cintura y dejando su cabeza en el pecho del chico. Este sólo se limitó a abrazar a Martín por la cintura y darle un pequeño beso en la cabeza de este.

—Dami, sólo quiero que me llevas a mi casa y que me abraces— habló el pelinegro, con su voz quebrada y rota.

Jordán se le rompió el alma al ver a su amigo así, nunca soportó que Martín llore, le hacía muy mal que llore.

—cómo vos quieras tin— abrazó al pequeño de los hombros, con un brazo y con el otro sacó su celular para poder llamar a un taxi.

El pelinegro sólo se tapaba su linda carita con sus manos, todavía en el pecho de Damián. Este al cortar el teléfono, abrazó con todas sus fuerzas al menor, haciendo que este tenga como un soporte, por así decirlo. No estuvieron más de unos diez minutos allí, ya que el taxi había llegado. Entraron en este y Jordán la dijo al senos que manejaba, la dirección de Kovacs, para poder ir a la casa de este.

“ yo pienso en el momento, que nos supimos amar "

💌 ; [ me re encantó cómo quedó y, encima la parte de Damián y Martín se me hace muy tierna💕 ]

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