Capítulo 1

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Una semana antes

Corro por el pasillo sin descanso, mientras escucho mi respiración acelerada, que casi parece sacada de una película de miedo porque no suelo hacer deporte y estoy en baja forma. Preferiría ir caminando, pero creo que llegar tarde el primer día de trabajo no es la mejor forma de empezar y menos todavía con el profesor Barton, que tiene fama de ser muy estricto. 

No tuve el placer, o disgusto, según quién lo diga, de conocerlo durante mis años de universidad, pero he oído hablar mucho de él. Y quizá por eso, me extrañó que me eligiese a mí por encima de algunos de sus propios alumnos, a los que ya conoce; aunque no voy a protestar porque es uno de los mejores en su campo y sé que aprenderé mucho a su lado. Pero llegar tarde no va a ayudarme a caerle en gracia.

-Buenos días, profesor Barton -lo saludo justo en el mismo momento en que suena el reloj de la facultad. Creo que esta vez me he librado por los pelos.

-Buenos días, Gardner -ya me habían avisado de que nunca usa el nombre de pila de sus adjuntos, así que no me sorprendo cuando me llama por mi apellido. Luego mira su reloj de pulsera y añade, saliendo de su despacho-. Mañana procure llegar quince minutos antes. Hay cosas de las que debemos hablar sobre mis clases antes de empezar y preferiría no tener que hacerlo por los pasillos.

-Así lo haré, profesor Barton -asiento, aunque no me pueda ver. Apenas consigo mantener su ritmo. Es un hombre muy alto y casi tengo que correr para no perderlo de vista.

-Tome nota -comienza a enumerar-. Cada mañana quiero que me traiga un café, bien cargado, con extra de azúcar y un par de gotas de leche desnatada. Solo dos, recuérdelo, porque sabré si le ha puesto más y me enfadaré. Créame, no le conviene verme enfadado.

-Cargado, extra de azúcar y solo dos gotas de leche desnatada -repito, para que sepa que lo he captado. Espero que mi trabajo con él sea algo más productivo que ir a por café o me arrepentiré de haber rechazado a mi profesor de último año. Me rogó durante semanas que trabajase con él, pero la fama del profesor Barton me llamaba mucho más. Necesito saber que he elegido bien porque ya no puedo cambiar hasta el año que viene, si acaso hay una plaza libre para entonces.

-Bien -asiente-. Siéntese al fondo de la clase y observe. No a mí, sino a mis alumnos. Quiero un informe detallado de cada uno de ellos, pero hágalo con discreción. No me interesa que actúen delante de usted para impresionarme, sino que sean ellos mismos.

-De acuerdo -no es lo que esperaba, pero al menos podré estar en sus clases. Ya me veía haciendo fotocopias y recados personales todo el día.

-Según lo que usted ponga en su informe, trabajaremos sobre las aptitudes de todos ellos para potenciar las que nos interesan y eliminar las perjudiciales. Un buen profesor no es el que únicamente enseña lo que sabe, sino el que logra que sus alumnos sean excepcionales en lo que hacen. La mediocridad es para los pobres.

No me gusta su último comentario discriminatorio, sobre todo porque seguramente la mayoría de sus alumnos estudia aquí gracias a una beca, pero guardo silencio. No quiero contradecirlo en mi primer día de trabajo, aunque ganas no me falten. Primero estableceremos una relación más o menos estable y luego ya podré replicar. O no, según vea cómo es él.

-No sea usted mediocre en su informe -añade, enfadándome, ahora de verdad-. Exhaustividad. 

-Lo capto -creo que mi respuesta no le gusta porque se gira y me mira por unos segundos. Sin embargo, yo no reculo y él no dice nada. Después, se vuelve hacia adelante para abrir la puerta del salón, donde nos esperan al menos una veintena de jóvenes, y mi boca se abre de sorpresa. Espero que el exhaustivo informe que quiere no sea para mañana, porque me llevará tiempo estudiar a tantas personas.

Sam (Saga SEAL 5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora