Capítulo 2

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-Creo que ya no tengo edad para beber tanto -me quejo a Fisher mientras tomamos un café en la cocina, para despejar la mente y calmar el dolor de cabeza.

-Joder, DK, no digas eso -medio se ríe, pero tengo la sensación de que la fiesta de anoche también le ha pasado factura-. Ya no me aguantas nada.

-En un mes cumplo los 31, tío -le regalo un amago de sonrisa. Ni fuerzas para eso tengo, con lo que me duele la cabeza por la resaca.

-Mierda para ti -me suelta-. Hasta los setenta, por lo menos, tienes que aguantarme el ritmo.

-Como que tú estás mucho mejor que yo -ahora sí que rio-. Cuando yo tenga setenta, al ritmo que vas, tendrás que seguirme tú a mí. Si puedes, porque lo más probable es que ya estés muerto.

-Siempre seré más joven que tú, viejales.

-Dos años no son nada -señalo-. Y menos cuando tu hígado empiece a fallar.

-Ya te gustaría a ti que ocurriese eso. Tengo una salud de hierro -se golpea el estómago y noto el momento en que se arrepiente, porque su rostro palidece un poco. Le da un buen sorbo a su café y le regresa el color. Yo reprimo una nueva sonrisa.

Cuando Simmons se mudó con Tara, quise hacerme cargo del piso por mi cuenta, pero debo admitir que vivir solo es muy aburrido, así que me encantó la idea de compartirlo con Fisher. Las risas estarían aseguradas, como poco, aunque diré que me ha sorprendido gratamente. No solo es un hombre divertido, sino también responsable, ordenado y se le da de lujo la cocina. Simmons siempre será mi amigo de infancia y con quien más confianza tendré de todos en el equipo, pero Fisher se ha convertido en un indispensable en mi día a día también desde que vivimos juntos.

-Me duele todo -me quejo de nuevo. Llegamos hace apenas un par de horas, pero el jefe -siempre lo llamaremos así aunque ahora no lo sea más- ha organizado una barbacoa, como casi cada domingo cuando estamos en casa, y ninguno tiene intención de faltar a ella. Creo que el jefe echa mucho de menos a Joy, que lleva casi un año sin venir de visita desde Finlandia, y aunque tiene a Neve y a Hope, le gusta rodearse del equipo para no sentir tanto su ausencia. Yo creo que estar todos juntos en realidad se la recuerda más, porque ella siempre participa activamente en las bromas y los juegos, pero no voy a llevarle la contraria. Si dice que le hace bien tenernos cerca, le hace bien.

-Espabílate, hombre -me dice Fisher-, porque después de comer tenemos que darle una paliza a mi cuñado.

-¿Todavía se la guardas? -rio.

-Y pienso cobrármela.

En nuestra última misión, durante uno de los pocos días libres que nos concedieron, organizamos un partido en el campamento y el equipo de Archer nos dio una paliza a nosotros. No habría sido tan malo, si Fisher no hubiese presumido, incluso antes de empezar el juego, de que le vencería sin problema. Las bromas que le siguieron a la derrota fueron épicas. Todos participamos, pero Fisher solo busca vengarse de su cuñado. Lo que me parece genial porque hará el día más ameno. Y el partido más interesante.

-Pero esta vez espera a vencer para presumir -le recuerdo, ganándome un golpe en la nuca. Culpa mía decírselo cuando iba de camino al fregadero para llevar la taza. No me ha dado tiempo a esquivarlo.

-Presumiré antes, durante y después -me asegura.

-Y yo me reiré antes, durante y después -replico-. Ya sea contigo o de ti.

-No esperaba menos -ríe, sin ofenderse por lo que digo.

Después de darme una larga y revitalizante ducha, busco ropa cómoda y me visto. Estar a casa del jefe se siente como estar en la tuya propia, así que no hace falta ir de punta en blanco. Además, si pretendemos jugar después, y me consta que va a ser un partido duro porque Fisher va a dar todo de sí y exigírnoslo al resto, mejor llevar puesto algo que no me restrinja los movimientos.

Sam (Saga SEAL 5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora