Eme permanece en silencio durante lo que se me antoja una eternidad, con la mirada fija en el infinito, y empiezo a preocuparme por si se le ha ido la cabeza o algo por el estilo después de su descubrimiento, porque a veces mueve los labios sin pronunciar palabra. Que haya olvidado los archivos encriptados me beneficia porque me da más tiempo, pero no quiero que lo haga a costa de su cordura. Al final, suelto el aire de mis pulmones y le pregunto si está bien. Solo entonces reacciona.
-Tengo que hablar con Osmond -que no lo llame padrino es un indicio de que algo ha cambiado, pero no me da tiempo para averiguarlo, porque se dirige a la puerta con paso rápido. Sin embargo, no llega muy lejos porque hay un guardia allí que le impide salir.
-No puede quedarse solo -le dice, sin más, a modo de explicación.
-Pues quédate tú con él -le responde de mala manera-. Tengo algo importante que tratar con Osmond.
-¿Has hecho lo que te ha pedido?
-Eso no es asunto tuyo -lo increpa-. Y ahora, déjame pasar.
Debo admitir que tiene agallas porque el otro es más alto y más fuerte. Claro que imagino que la seguridad de que nadie le hará daño porque su padrino es el jefe de todos ellos, ayudará bastante. Aunque, por otro lado, no veo a Osmond como un hombre sobreprotector o preocupado por el bienestar de nadie que no sea él mismo, así que me quedaré con que Eme es valiente. O suicida, tal vez.
-No puedes salir de aquí -repite él, lentamente, para que suene como una amenaza, pero Eme no se aminala y lo empuja, aprovechando para robarle la pistola de la cartuchera de su pierna. Sí, suicida le va mejor.
-Me dejas pasar o te pego un tiro -le apunta con ella a la cabeza-. Tú decides.
-No vas a hacerlo, Eme -se mofa él-. No tienes lo que hay que tener para disparar.
-Tienes razón -se encoge de hombros, justo un segundo antes de golpearlo con el arma, con tanta fuerza, que siento cómo su nariz se quiebra. Mi boca no es capaz de cerrarse y mis ojos ni siquiera pestañean. Definitivamente, esto es una casa de locos y aún así, me gusta el arrojo de Eme. No puedo evitarlo.
-Maldita sea -gruñe él, cubriéndose el rostro con una mano- ¿Se puede saber qué mosca te ha picado, Eme? Estás como una puta cabra.
-Quiero hablar con Osmond ahora mismo -le repite- ¿Qué parte de mi petición no has entendido?
-¿Qué pasa aquí? -el padrino de Eme aparece en ese momento, seguido de Darrell, que parece que no se separa de él salvo que este se lo pida, y los increpa a ambos-. Ve a lavarte, hombre. Joder, hay que ser bien imbécil para dejar que te golpee así. ¿Y tú, por qué siempre te estás metiendo en peleas que no puedes ganar, Eme? ¿No has aprendido nada en todos estos años? Si sigues con vida es por ser quien eres.
-Y tú sigues con vida ahora -le apunta con el arma y Osmond se tensa por unos segundos- porque necesito una explicación primero.
-Deja el arma, Eme -le pide, mientras Darrell le apunta desde atrás, dispuesto a disparar si la vida de su jefe corriese algún peligro. Esto no pinta bien para Eme-. No se te vaya a disparar sin querer.
-Estuvo vivo todo este tiempo -le recrimina, ignorando su petición. Si mi vida no peligrase, estaría disfrutando en grande del enfrentamiento. De nuevo, todo esto parece surrealista, digno de la mejor película de acción, pero esta vez no me hago ilusiones sobre que la CIA entre para rescatarnos. Ya me decepcioné en una ocasión y no quiero hacerlo más. Sin embargo, no puedo dejar de mirarlos a todos alternativamente, esperando a que se enzarcen en una pelea a tiros. Si se matan entre ellos, mejor para mí-. Me mentiste.
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Sam (Saga SEAL 5)
ActionKeaton Kipling, DK para los amigos, es uno de los mejores informáticos del país. En su tiempo libre se dedica a perfeccionar su destreza y nunca lo considera como parte de su trabajo, sino como un pasatiempo. Es su mayor pasión. Pero cuando la CIA l...