Casi lo tengo. Mañana contacto.
Envío el mensaje en medio del ataque, como he hecho con cada uno de ellos desde que me han puesto frente de un ordenador, para avisar a DK de que mañana ya podremos hablar con más libertad. He ido sustrayendo, sin que me viesen, los materiales que necesitaba para mi dispositivo de comunicación portátil y ya solo me falta una cosa. No es la más fácil de conseguir, pero tampoco es imposible. Si puedo hacerlo esta noche, por la mañana ya estará listo para enviar y recibir textos más largos que cuatro o cinco palabras encriptadas, para que no las descubran. Pero todo dependerá del imbécil al que he elegido como víctima. Es el más despistado de todos ellos y al que menos credibilidad le dan, algo que me beneficiará, sin duda, cuando sepa que le ha desaparecido la batería del teléfono.
-Maldita sea -escucho gritar de frustración a Osmond cuando ve que nos han echado de nuevo. Barton me ha pedido que aumente la agresividad y que consiga algún dato, que no sea muy relevante, para mantenerlos conformes, pero aún así, nada parece ser suficiente para este hombre. Está decidido a robar los archivos de los agentes dobles de la CIA y no se detendrá hasta conseguirlo, así tenga que buscar a alguien que lo haga por nosotros. Siento que no nos queda demasiado tiempo para huir.
-Ya casi lo teníamos -añade el profesor, solo para que se crea que vamos por el buen camino.
-La próxima vez -lo amenaza, aún así-, que sea sin el casi. Si no me dais lo que quiero en las próximas 48 horas, se acabó, Jack. No pienso esperar más.
Incluso yo entiendo lo que quiere decir. Tengo menos de 48 horas para robar la batería y contactar con DK para buscar una forma de que pueda localizarnos o tendré que ser menos sutil. Porque si veo que no hay otra salida, destrozaré la seguridad que nos mantiene ocultos en la red, aunque eso signifique descubrirme ante ellos. La verdad es que no quiero morir aquí, pero si debo hacerlo, que sea con valentía. Barton me mira y niega lentamente con la cabeza, seguro de lo que estoy pensando, pero no dejaré que me detenga. Los delataré e irán todos a la cárcel, aunque pierda la vida por el camino. Están dispuestos a matarme igualmente, así que, en realidad, no tengo nada que perder.
-Tengo que ir al baño -anuncio, en cuanto cambian la guardia y aparece el tal Melvin, al que pretendo robar la batería. Nunca usan sus apellidos, supongo que por precaución, por si se nos ocurre enviar la información a la CIA de algún modo. Lo que me reafirma en mi idea de que saben más de lo que nos hacen creer.
-Te aguantas -me dice otro de ellos, al que llaman Darrel, empujándome con la culata de su arma para que permanezca en mi silla. A este parece que le gusta imponerse porque siempre es más agresivo que el resto. Y, claro, Osmond lo tiene en alta estima.
-Si tengo que hacérmelo encima, la sala empezará a oler muy mal. Y acabas de llegar -insisto. No suelo hablarles si no es estrictamente necesario, y mucho menos molestarlos, porque sé que me juego la vida, pero esta vez necesito que me dejen levantarme. Si no lo hago ahora mismo, no podré conseguir la batería para mi dispositivo y todo el riesgo corrido habrá sido en vano.
-Joder -empuja mi silla con el pie y me indica con su arma que me mueva-. Vamos. Deprisa.
Melvin está en mi camino al baño, razón por la cual tenía que ser ahora y no en cualquier otro momento, así que cuando paso por su lado, finjo tropezar y caerme contra él. Me agarro a su chaleco un segundo, mientras nuestros cuerpos colisionan.
-Disculpa -le digo, alejándome al momento.
-Apártate -me empuja igualmente-. Y ten más cuidado.
-Lo siento -repito, corriendo al baño. Una vez dentro, saco del bolsillo el teléfono de Melvin y lo abro para quitarle la batería. No tengo mucho tiempo.
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Sam (Saga SEAL 5)
ActionKeaton Kipling, DK para los amigos, es uno de los mejores informáticos del país. En su tiempo libre se dedica a perfeccionar su destreza y nunca lo considera como parte de su trabajo, sino como un pasatiempo. Es su mayor pasión. Pero cuando la CIA l...