-Bien, bien, bien -Darrell camina a mi alrededor, mirándome como si tuviese mi vida en sus manos. Le ha pedido a los pocos hombres que se han quedado con él que regresen a sus puestos y se han ido hace tan solo un segundo-. Al fin solos, bocazas. Veamos si te queda algo de valentía ahora.
-Más de la que tendrás tú en la vida -mi respuesta le cabrea y me apunta de nuevo con el arma. Yo ni me inmuto, pues me he visto en peores situaciones. La calma es mi mejor baza con él, porque este es de los que solo aprietan el gatillo si ven miedo.
En este momento, lo único que me preocupa es averiguar a dónde se han llevado a Cassamdra para poder rescatarla, y para eso, necesito la colaboración de este imbécil, así que tengo que hacer algo con las esposas y con su pistola.
-Te arriesgas demasiado para ser quien no tiene el arma en su poder -me dice, acercándose tanto a mí, que vulnera mi espacio personal.
-Oh, no te preocupes -me chuleo-, eso cambiará en dos minutos exactos.
-Me gustaría verlo -ríe, creyendo que fanfarroneo. Lo que no sabe es que estoy hablando en serio.
-Lo verás -doy un paso hacia él y nos medimos con la mirada. Aunque me supera en altura por unos pocos centímetros, no me intimida. Tampoco será la primera vez que me enfrento a alguien más corpulento que yo. No es cuestión de fuerza, sino de confianza. Y de algún que otro truco bajo la manga, claro, pero no se los voy a mostrar todavía. Antes, tiene que bajar la guardia.
-Venga -retrocede un par de pasos después de unos segundos sin movernos y cruza los brazos en el pecho, con el arma justo donde yo quería: entre este y sus brazos. Acaba de ralentizar su velocidad de acción en unos cuantos segundos que a mí me vendrán de perlas-. Te daré ventaja.
-Me darías ventaja si me liberases las manos -replico, preparándome para lo que se viene, porque en realidad, ya me la ha dado sin saberlo. Pero solo tengo una posibilidad de que salga bien y no me puedo permitir fallar-, pero ambos sabemos que eso no pasará.
-Chico listo -carga todo su peso en una de las piernas y mira el reloj, como si estuviese impaciente-. Te queda poco más de un minuto, no deberías perder más tiempo, ¿no crees?
-No estoy perdiendo nada -rio, para molestarlo-. En realidad podría desarmarte en treinta segundos, solo te estaba dando tiempo para retractarte y que me liberes por tu propia mano.
-Ni... lo... sueñes -distancia mucho cada palabra, mientras se inclina hacia adelante para darle más énfasis.
Y esa es la señal que estaba esperando. En una fracción de segundo estoy en el suelo, pasando mis piernas entre mis brazos, para que estos ya no estén a mi espalda, y lo apunto con un arma que tenía escondida en mi bota y que nadie se molestó en buscar. Profesionales de pacotilla... Cuando reacciona y me apunta, lo desarmo disparando a su mano. Deja caer el arma y se cubre la herida con la otra mano, emitiendo un grito de dolor desgarrador. Pronto, ambas manos se manchan de sangre y esta cae al suelo en gotas de un intenso rojo oxidado. Su olor entra por mis fosas nasales, pero apenas lo percibo, tan acostumbrado estoy ya a él.
Me levanto sin dejar de apuntarle y lo empujo hacia una de las sillas, después de lanzar su pistola lejos de él con el pie. Ni siquiera pone resistencia porque está demasiado centrado en impedir que su mano siga sangrando y en soportar del dolor.
-Hijo de puta -dice, después de que le arrebate las llaves de las esposas.
-Te di la oportunidad de liberarme por las buenas -me encojo de hombros.
-Si crees que saldrás con vida de aquí, estás muy equivocado -me amenaza.
-No tengo intención de salir -le digo, sujetándolo por un brazo para que se levante-. Al menos no por ahora.
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Sam (Saga SEAL 5)
ActionKeaton Kipling, DK para los amigos, es uno de los mejores informáticos del país. En su tiempo libre se dedica a perfeccionar su destreza y nunca lo considera como parte de su trabajo, sino como un pasatiempo. Es su mayor pasión. Pero cuando la CIA l...