Llevamos una semana encerrados en un piso al que no sé cómo hemos llegado y del que no sé cómo salir, en caso de que se me presentase la ocasión; que lo dudo, porque hay al menos media docena de hombres armados que van y vienen en todo momento. Tengo la sensación de que son muchos más, pero no se quedan tanto tiempo como para poder distinguirlos entre ellos. Pero lo peor es que no se cuidan de que no les vea el rostro, lo que no es nada bueno, porque si yo estuviese obligando a alguien a hacer algo ilegal, no lo dejaría con vida si puede identificarme después. Ahí se esfuma la esperanza que intentó darme el profesor Barton de poder salir bien de esto si no hablaba.
El hombre sigue débil por culpa de la herida, aunque se la han tratado nada más llegar al piso. Dicen que se recuperará, pero yo lo veo cada día más pálido. Sin embargo, no puedo asegurar que haya empeorado porque no nos permiten pasar mucho tiempo juntos y en la distancia no se aprecia si es dolor o solo cansancio. La verdad es que no sé porqué nos mantienen separados, pues no es como si pudiésemos organizar algún plan de escape. Ellos son muchos y nosotros solo dos. Y estamos desarmados. Tendrán las de ganar siempre.
Lo bueno, o eso quiero creer, es que me han mantenido al margen por el momento. Solo me usan para presionar a mi jefe para que consiga la información que le han pedido, cuando intenta negarse o cuando les dice que necesita descansar. Parecía un capullo cuando nos conocimos aquel primer día de trabajo, pero debo admitir que ahora se preocupa mucho por mí porque en cuanto alguno de ellos se acerca con el arma desenfundada, el profesor hace lo que le piden sin protestar más. Al menos por un tiempo. De todas formas, si lo pensase bien, comprendería que ninguno de los dos saldrá con vida de aquí por más que él cumpla con su parte. O puede que lo sepa y por eso esté alargando un trabajo que no le supondría más de dos días, con sus conocimientos sobre redes y seguridad, y con el equipo que le han proporcionado. Incluso yo podría hacerlo, pero es algo que no les diré jamás, no sea que quieran que ayude.
-Han vuelto a echarme del sistema -le escucho decir y juraría que suena aliviado.
-Estás perdiendo facultades, Jack -se queja el tipo de las gafas, que según he podido averiguar por Barton, se llama Osmond. Aunque tal vez no debiese recordar estas cosas porque solo me perjudicarán a largo plazo.
-Estoy malherido y no me dejas descansar lo suficiente -se queja-. No esperes que haga milagros en estas condiciones.
-Si no quieres que haya dos heridos en esta sala -lo amenaza, señalándome, por si no lo había entendido-, más vale que me des algo pronto.
-Lo estoy intentando, Osmond, pero no es tan fácil -se excusa-. Se trata de uno de los sistemas con mayor seguridad del país y yo solo soy uno. No hay mucho más que pueda hacer, salvo probar una y otra vez, hasta dar con una brecha que me permita entrar en los niveles internos, porque hasta el momento solo he podido escarbar poco más allá de la superficie.
-Eso es solo un parche, Jack -le grita-. No me sirve. Tú solías ser el mejor en esto, demuéstramelo una vez más o asume las consecuencias de tus errores. No te gustará lo que va a pasar.
-Te he dicho que no es tan sencillo.
Admiro que se enfrente a él sin miedo, pero no me parece la idea más brillante. No le traerá nada bueno, y con eso, tampoco a mí. Intento pensar en algo que calme los ánimos, pero no se me ocurre nada que no me implique directamente. Y ellos continúan discutiendo, sin que acabe de escucharlos realmente. Quizá por eso, me sorprendo cuando uno de los secuaces de Osmond me levanta de malas maneras y me arrastra hasta el grupo de ordenadores que han preparado para el profesor. Si el miedo no me tuviese de los nervios, estaría alucinando con lo que hay aquí montado. La de cosas que podría hacer yo con todo eso en otras circunstancias.
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Sam (Saga SEAL 5)
AcciónKeaton Kipling, DK para los amigos, es uno de los mejores informáticos del país. En su tiempo libre se dedica a perfeccionar su destreza y nunca lo considera como parte de su trabajo, sino como un pasatiempo. Es su mayor pasión. Pero cuando la CIA l...