Epílogo

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Seis meses más tarde 

-Ten mucho cuidado -Sam me besa y sus brazos parecen querer quedarse en mi cintura para siempre porque me aprietan más.

-Siempre -le prometo-. Pero tienes que soltarme, mi amor. Me están esperando.

Estos últimos meses han sido los mejores de mi vida. Sam no solo ha demostrado ser una mujer increíble, sino que ahora que está más relajada al saberse libre de sospechas, he descubierto que también es divertida. Fisher y ella se llevan genial, algo que agradezco, porque por el momento vivimos los tres juntos. No quiero dejarlo en la estacada, aunque él insista en que puede buscarse otro lugar donde vivir si queremos intimidad. Por ahora, estamos bien así, no le haré esa putada.

-¿No puedo meterme en tu petate? -sé que no lo dice en serio, aunque lo parezca, y la aprieto más contra mí.

-Antes de que te des cuenta, estaré de regreso, Sam -beso su coronilla-. Te llamaré siempre que me lo permitan, pero tú puedes juntarte con las chicas para que se os haga más llevadera la espera. Tara necesitará ayuda, ahora que Tyler está en casa por fin. 

El nuevo hijo de Simmons es un encanto de niño, aunque muy tímido. Le cuesta coger confianza con la gente, supongo que por su pasado, y suele estar pegado a cualquiera de ellos todo el tiempo. Ahora que nos vamos, Tara tendrá el doble de trabajo, así que imagino que agradecerá la ayuda. Y de paso, si el niño ve a las mujeres a menudo, es posible que les pierda el miedo y mejore en eso de la confianza.

-Sí -asiente, liberándome por fin-. Le ayudaré en lo que pueda. Aunque pienso seguir buscando trabajo.

-Me parece bien -sujeto su cara con mis manos y dejo un beso en sus labios-, siempre que no abandones las clases. Quiero que tengas el título para que encuentres algo que te haga feliz.

-Tú me haces feliz -sonríe.

-Me refiero al trabajo, Sam.

-También me das trabajo -ríe, escapando de mí cuando intento hacerle cosquillas en venganza.

-Cuídate mucho -le pido, después de que Fisher me llame de nuevo. Es un incordio, pero en el fondo tiene razón, ya deberíamos estar en el halo.

-Y tú -me abraza nuevamente y me besa.

Subo al halo detrás de mis compañeros y miro hacia las mujeres, que nos despiden con la mano. Zandra lleva a Roger en brazos; A Tara le abrazan las piernas sus dos hijos, Tyler y Sarah; Christine sujeta una pancarta con un mensaje bastante sugerente para Archer, que ha arrancado unas cuantas protestas por parte de su hermano al leerlo; y Sam me mira con lágrimas en los ojos, pero una gran sonrisa en sus labios, para demostrarme que estará bien. Creo que Christine lo nota, porque cuando el halo asciende, suelta la pancarta y la rodea con uno de sus brazos para consolarla, imagino. No sé qué le dice, pero la hace reír. Y así sé que estará realmente bien. Entre todas harán que la espera parezca más corta.

-Tengo que buscarme una novia -dice Fisher-. No es justo que todos tengáis a alguien que os despida y yo sea quien os interrumpa. Me mola hacer eso, pero también quiero besos de despedida.

-No eres el único que no tiene quien lo despida -le recuerda Doc-. No pretendas ser el centro del universo, Fisher.

-No lo pretendo, Doc -lo mira con una sonrisa en los labios-, lo soy.

-Ya empezamos -susurra Harper, pero lo suficientemente alto para que Fisher la oiga.

-Tú eres la más afortunada -le dice, pasándole un brazo por los hombros, pues se ha sentado a su lado-. Me llevas contigo y no tienes que despedirte.

-Una suerte inmensa -blanquea los ojos.

-Podríamos hacernos novios -le sugiere Fisher-. Así podríamos...

-Ni lo sueñes -lo interrumpe-. Antes me quedo soltera el resto de mi vida.

-Con esa actitud, lo harás -la libera de su abrazo, como si ahora le molestase-. Qué mujer más ruda.

Creo que si no fuese por las bromas y la camaradería del equipo, no seguiría en el ejército por mucho más tiempo. Ellos son los que hacen que quiera continuar en esto. Con ellos, merece la pena ponerse en peligro por nuestro país.

-Doc -ahora se dirige a él, que está a su lado también-, ¿si no encuentras novia pronto, te plantearías salir del armario conmigo?

-Para salir del armario -le dice, con diversión-, antes debería estar dentro y no es el caso. En cambio tú... demasiado insistes en que todos te amemos.

-Es que debéis amarme. Sin mí, no sois nada.

-Sin ti, nos aburriríamos -le concede Simmons-, pero nada más.

Mientras siguen discutiendo, siempre en broma, me llega un mensaje al teléfono. Hasta que lleguemos al avión que nos llevará a Afganistán, nos permiten recibir y enviar mensajes. Lo abro, sin dejar de sonreír por las tonterías que dice Fisher, y lo leo.

Ya te estoy echando de menos, cariño. Cuídate mucho y no dejes que nadie te impida volver conmigo. Te amo con locura.

No puedo evitar sonreír al ver que es de Sam. Es nuestra primera separación larga, pues he llegado a estar hasta una semana fuera, en un campamento con los novatos, y sé que será una prueba dura para ella. También yo la echaré de menos, no diré que no, pero he visto las dos caras del despliegue y estoy deseando experimentar la vuelta a casa, a sus brazos.

Hablaremos siempre que me lo permitan y verás que el tiempo se hará más corto. Estoy deseando volver para besarte hasta que nos quedemos sin aliento. Te amo, Sam. Más de lo que puedas imaginar. Volveré contigo, siempre.

Llegamos al aeropuerto y tengo que apagar el teléfono. Por suerte, la foto que me ha enviado Sam para que no la olvide ha llegado a tiempo. En Afganistán no siempre dispondremos de cobertura para usar nuestros teléfonos. La mayoría de las veces tendré que pedir permiso para usar el teléfono vía satélite de la base y por desgracia, está muy solicitado. 

-De vuelta a la rutina -dice Doc, a mi lado, horas más tarde, una vez en la base-. Me gusta estar en casa, pero a veces necesito algo de acción.

-No lo negaré -estoy de acuerdo con él. Siempre me ha gustado salir del país para las misiones que nos encomendasen, pues ese es el fin último para el que entré en el ejército. Sin embargo, ahora tengo un motivo para querer volver cuanto antes-. Aunque esta vez, mis ganas de acción rivalizan con las ganas de volver a casa.

-También a mí me gustaría tener un motivo así -me dice-, pero soy el eterno amigo de las mujeres. 

-Ya encontrarás a la indicada -apoyo mi mano en su hombro-. Estoy seguro de que está en alguna parte, esperándote.

-Ojalá supiese dónde -ríe-. Iría a buscarla ahora mismo. 

-Igual viene del cielo -bromea Fisher, que ha escuchado parte de nuestra conversación- y te la trae la cigüeña de las novias, como los bebés a las familias.

-Serás ridículo -Doc se acerca a él para golpearlo, pero Fisher se escapa. Yo camino detrás de ellos, riendo por sus payasadas. Como he dicho, no hay nadie mejor que ellos para hacer este trabajo.

Sam (Saga SEAL 5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora