Madrugar en vacaciones no mola. Y si es para ir a las instalaciones de la CIA, menos todavía. Aún recuerdo el pésimo trabajo que hicieron cuando rescatamos a Neve, así que no es que me apetezca, precisamente, volver a estar bajos sus órdenes. Pero no puedo ignorarlos sin más, tampoco, o me metería en un lío, así que iré a ver qué quieren de mí y después decidiré, si es que tengo esa opción, si les ayudo o no.
Supongo que al final ha sido una suerte que Fisher se haya ido con Cornell, porque así no tengo que mentirle sobre a dónde voy. No es que pretenda ocultárselo, pero tampoco sé si los de la CIA quieren que se sepa, así que por el momento no se lo contaré a nadie. Y mucho menos al jefe, porque aunque no han vuelto a molestar a Neve, sé que no se siente cómodo teniéndolos cerca. Yo tampoco lo estaría, la verdad. Después de que intentasen usarla como arma, los querría bien lejos de ella, incluso aunque los responsables ya estén entre rejas. O donde quiera que los hayan llevado, porque el jefe nunca nos dijo a quién le pidió el favor ni nos explicó lo que iba a pasar con ellos. Sea como sea, ya no forman parte de la CIA.
Las instalaciones son impresionantes, aunque ya no me emociono al verlas como la primera vez que vine. En aquella ocasión, estaba eufórico porque el gobierno nos reclutase para una misión secreta, pero después de todas las cagadas durante la evacuación, casi preferiría que ignorasen mi existencia. Y en todo caso, ¿por qué me han contactado? ¿Qué quieren de mí? No me creo tan especial como para que la Agencia de Inteligencia me quiera en sus filas. Pero supongo que tendré que entrar para averiguarlo, así que me dirijo a la puerta principal y dejo que me cacheen después de pasar por el detector. Toda precaución es poca en un lugar donde se juegan mucho.
Después de que vean que estoy limpio, uno de los hombres trajeados, como no, de la entrada, me acompaña por los largos pasillos del edificio, y gira en tantas ocasiones, que si tengo que salir solo de aquí, no sé si seré capaz. No recuerdo haberme adentrado tanto en las entrañas del edificio cuando nos reclutaron la primera vez y eso hace crecer mi curiosidad. No obstante, guardo silencio, porque como suele decir el jefe, si mantienes la boca cerrada, no te meterás en líos.
-Aguarde aquí -me pide el hombre, antes de dejarme solo en una pequeña habitación con un espejo en una de las paredes. Me siento como el sospechoso de algún crimen, que va a ser interrogado. Estoy seguro de que usan este cuarto para eso.
Mientras espero, me paseo por la habitación, buscando cámaras con disimulo, aunque imagino que el espejo es polarizado y que los agentes observan el interrogatorio a través de él. Por un momento, me siento tentado a gritar que soy inocente, pero eso es algo que haría Suicida, no yo. Yo soy más de recabar información y analizarla, por algo soy el experto en informática de nuestro equipo. Y eso es lo que haré en cuanto alguien se digne a venir a hablar conmigo.
-Buenos días, señor Kipling -un nuevo agente trajeado entra en el cuarto, con un dossier en la mano. Algo me dice que en esa capeta hay datos sobre mí que no sé si quiero que sepa la CIA-. Tome asiento, por favor.
Hago lo que dice, sin responder al saludo, y aguardo a que hable de nuevo. Veo cómo abre la carpeta y ojea los papeles lentamente, como si no llevase prisa. Si lo que pretende es ponerme nervioso, no le va a funcionar. Soy un SEAL y nos entrenan para mantener la calma bajo todo tipo de situaciones. Un agente de la CIA no supone un gran reto para mí.
-Todo lo que voy a contarle -comienza, mirándome a los ojos, y entregándome un papel, que no miro hasta que termina de explicarse- es completamente confidencial y debo pedirle que firme este documento antes de continuar, solo para asegurarnos de que no hablará de ello fuera de estas instalaciones.
Leo el papel y veo que solo es un comunicado donde me comprometo a mantener en secreto el motivo de la reunión y los datos que él me proporcione. No veo letra pequeña por ninguna parte, así que cuando me ofrece el bolígrafo, firmo. Me lo ha presentado como si me diese la opción de elegir, pero sé que no la tengo. No me dejarán marchar sin hacer esto primero, me cuenten algo o no. Sé cómo funciona esto, porque en el ejército también he pasado por alguna situación así, sobre todo antes de formar parte del equipo.
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Sam (Saga SEAL 5)
AcciónKeaton Kipling, DK para los amigos, es uno de los mejores informáticos del país. En su tiempo libre se dedica a perfeccionar su destreza y nunca lo considera como parte de su trabajo, sino como un pasatiempo. Es su mayor pasión. Pero cuando la CIA l...