No es fácil encontrar los mensajes de Sam, así es como se llama el joven que se ha puesto en contacto conmigo. El cifrado que les pone, los oculta de sus secuestradores, pues me ha dicho que lo que hacen no es por gusto, sino por obligación; pero tampoco yo puedo verlos al momento. Es tan frustrante. Por suerte, si se le puede considerar así, han intensificado los ataques a la red, por lo que los mensajes llegan asiduamente. Son cortos pero efectivos. Pero aunque el equipo de seguridad de la CIA ha frenado cada intento de invasión hasta el momento, yo sigo sin poder localizar a los atacantes. En eso, Sam tampoco me puede ayudar. Por el momento.
-¿Me has traído más pastelitos? -pregunta Fisher cuando llego a casa.
-No puedo estar robándolos para ti todo el tiempo -le recrimino, sabiendo que solo lo dice para molestar.
-Al menos, averigua dónde los compran -se encoge de hombros-. Así podría ir por ellos y ya no tendrías que delinquir por mí. Tengo dinero, ¿sabes?
-Creo que lo que estoy haciendo es más importante que saber dónde compran esos pasteles. Por mucho dinero que tengas -sonrío al añadir esto último, porque me saca la lengua y me hace gestos, como los niños pequeños.
-¿Ya has podido localizar a Sam? -me arrima una silla después, para que me siente a su lado, y me ofrece café recién hecho. Yo le entrego los pasteles que he conseguido traerle. No son muchos porque hoy todos parecían estar muy hambrientos-. Sabía que no me fallarías. Te amo, tío.
Aunque la CIA no sabe nada de Sam todavía, porque he preferido no decírselo por si meten la pata como hicieron con Neve, a Fisher se lo he contado. Sentía que necesitaba hablarlo con alguien y él es mi compañero de piso, así que le ha tocado aguantarme.
-Ha intentado debilitar la seguridad del sistema en varias ocasiones para que pueda llegar a ellos, pero es demasiado arriesgado -niego-. Dice que quien los retiene allí controla más del tema de lo que pretende hacerles creer y tiene miedo de que lo descubra. Le he dicho que no arriesgue tanto. Ya encontraré el modo de encontrarlos sin que se delate. Si se enteran, no llegaremos a tiempo de salvarlos aún sabiendo dónde están.
-Es jodido -le agradezco que se tome el tiempo de escucharme aunque no controle mucho sobre el tema. Sé que cuando me pongo en plan técnico no entiende ni una cuarta parte de lo que le digo, pero siempre está ahí. Al igual que yo he estado para él, cuando regresó de casa de Cornell y Joy ya se había ido. Ese era el plan, pero fue duro para él no poder disfrutar los pocos días que estuvo aquí. Lo está pasando mal y yo todavía sigo batallando conmigo mismo sobre contarle lo que me ha dicho el jefe o seguir dejándolo en la ignorancia. Conociéndolo, es capaz de viajar a Finlandia, solo para alejarla del chico ese y Joy no se lo va a agradecer, precisamente. Así que por el momento, prefiero no decir nada, aunque me sienta como un hipócrita. O como un traidor.
-Lo es -admito-, pero Sam es una pasada. Con los pocos recursos de que pueda disponer allí, ha logrado crear un canal seguro de comunicación y lo mejor es que está intentando hacerlo portátil para que podamos hablar más libremente. Sabe trabajar bajo presión sin que eso le afecte. O que no se le note, al menos. Debe ser jodido estar rodeado de centinelas que controlan cada movimiento que realizas y enviar igualmente los mensajes. Eso es tenerlos bien puestos, para un simple estudiante recién graduado. Joder, sería un buen especialista, si quisiese entrar en el ejército. Ascendería rápido.
-Cualquiera diría que lo admiras -Fisher sonríe, antes de exagerar el gesto- ¿No te estarás enamorando de él? No es que me preocupe que te gusten los hombres, claro, soy muy abierto de miras, pero si es así, ya podías haberte enamorado de mí, joder. Soy un buen partido para cualquiera. Llevo años diciéndolo.
-Qué coño -con su comentario ha conseguido que me atragante-. Solo admiro su trabajo. Además, a mí me gustan las mujeres. No voy...
-Oye, oye, no te sulfures, que no sería nada malo -me interrumpe-. Hay hombres que se niegan a admitir su sexualidad por lo que dirá la gente, pero yo te apoyaré si decides salir del armario. Cualquiera del equipo lo hará. No tienes por qué ocultarlo más.
ESTÁS LEYENDO
Sam (Saga SEAL 5)
ActionKeaton Kipling, DK para los amigos, es uno de los mejores informáticos del país. En su tiempo libre se dedica a perfeccionar su destreza y nunca lo considera como parte de su trabajo, sino como un pasatiempo. Es su mayor pasión. Pero cuando la CIA l...