-Mi padrino le disparó mientras huíamos -dice Eme de repente y me fijo mejor en él al escucharlo porque hay algo extraño en su voz. Entonces, le arranco la gorra que lleva en la cabeza y una mata de espeso cabello negro aparece debajo. Sus ojos verdes me miran con miedo, pero también veo determinación en ellos. Me dicen que no se quedará impasible si trato de hacerle daño.
-Eres una mujer -señalo lo obvio, no sé si con sorpresa o con enfado, pero en cuanto termino la frase, me siento estúpido. No solo por decirlo en voz alta, sino por no haberlo descubierto antes.
-Desde que nací -se mueve hacia Sam y aunque mi primer impulso es detenerla, le dejo hacer porque veo que solo pretende cambiar la tela que le ha puesto en la frente para intentar bajarle la fiebre.
-Con eso no bastará -le digo. No soy médico, pero en los SEAL nos obligan a tener ciertas nociones básicas para poder ayudar a nuestros compañeros si no hay un médico cerca. O a nosotros mismos, en caso de estar solos. Pongo mi mano sobre su frente y quema tanto, que la aparto al momento-. Devuélveme mi teléfono y llamaré...
-No -me interrumpe Eme, apuntándome de nuevo con su arma. Si antes creí que estaba asustada, ahora sé que no era nada en realidad. El pánico se ve muy diferente en sus ojos en este momento.
-Si no atendemos inmediatamente su herida, podría morir -digo con calma, con los brazos en alto para que no me sienta como una amenaza.
-Mi padrino nos estará buscando -sigue apuntándome y tengo que admirar que su mano no tiemble, a pesar de todo-. No podemos ir a un hospital.
-No iremos a ningún hospital, si eso es lo que te preocupa. Uno de mis compañeros es médico -le doy otra alternativa. No es lo ideal, pero tendrá que valer por el momento-. Deja que le llame y vendrá a ayudarnos.
-Llamará a la policía -niega.
-No nos insultes, mujer -no puedo evitar el reproche-. Los SEAL no necesitamos a la policía para nada.
La risa de Sam se convierte en un ataque de tos que le hace gemir de dolor. Aprovecho el momento para desarmar a Eme y después de desmontar el arma en segundos, me acerco a él para levantar su ropa y evaluar el daño. Si no puedo llevarlo al hospital, tendré que darle muchos detalles a Doc para que sepa a lo que se enfrentará cuando venga.
-Joder -pinta mucho peor de lo que imaginaba. Por su aspecto, diría que la bala sigue dentro. Miro a Eme, que todavía está sorprendida por haberse quedado sin su pistola e insisto-. Necesito mi teléfono ahora.
-No voy a...
-Mira -la interrumpo-, sé que no tienes por qué fiarte de mí, ni siquiera me conoces, pero llevo una semana buscando a este joven y preocupándome por él. Ahora, por fin lo tengo delante, pero podría morirse en cuestión de horas si no hago nada, así que tienes dos opciones: o confías en mí y dejas que avise a mi compañero; o te quito el teléfono como he hecho con el arma y te ato a una de esas viejas sillas que hay junto a la entrada para que me dejes hacer lo que se debe sin molestar. Tú decides.
Le muestro mi mano, esperando a que haga lo correcto, y espero unos segundos, mientras se decide. No quiero ir por la fuerza, pero lo haré si no me da el teléfono. Sam está peor de lo que ella piensa y no dejaré que su miedo lo mate.
-Has hecho lo correcto ayudándole a escapar -añado-. No te equivoques ahora, impidiéndome hacer lo que debo.
-Mi padrino...
-Te protegeré de él -digo, con seguridad, sin dejarle terminar la frase.
-Eme -Sam tiene los ojos abiertos de nuevo-, yo confío en él.
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Sam (Saga SEAL 5)
ActionKeaton Kipling, DK para los amigos, es uno de los mejores informáticos del país. En su tiempo libre se dedica a perfeccionar su destreza y nunca lo considera como parte de su trabajo, sino como un pasatiempo. Es su mayor pasión. Pero cuando la CIA l...