Final Alternativo (parte 5)

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Sigo caminando sin rumbo alguno.
Me estoy cansando de tanto caminar, pero tampoco sé a dónde ir. Podría ir a la laguna de las sirenas con los niños, pero no creo que me lo pase bien. Las sirenas me odian.

Así que decido ir hacia la playa, me apetece ver las olas.
No me demoro mucho en llegar, ya que tampoco estaba muy lejos de mi destino.

Cuando llego, me acerco a la orilla y dejo que el agua fría del mar me bese los pies. Lo bueno que tiene Nunca Jamás es que no hace el frío que suele hacer en invierno ni el calor que suele hacer en verano. Parece que siempre sea primavera y eso me encanta.

Me quedo un rato sentada en la arena mientras observo el horizonte, pensando.

Me es inevitable no pensar en como ha cambiado mi vida y por mucho que me duela, no lloro. He llorado antes y las lágrimas que he derramado eran las últimas que me quedaban.
Es extraño, bueno, más bien soy extraña. Suelo sentir todo de manera muy intensa y si algo me duele siento como si me estuvieran apuñalando en el pecho, pero no suelo derramar ni una sola lágrima. No es que no quiera, es que no puedo, mi organismo no me lo permite. Por eso sé que desde hoy, no voy a llorar más hasta dentro de mucho tiempo. Sufrir puede ser, pero llorar no lo creo.

Un cacareo hace que salga de mis pensamientos y me dé cuenta que se está poniendo el sol. No tardará en ser de noche, así que debería volver para que no me pase nada.
Aunque en verdad, si han hecho las paces no tiene porqué pasarme nada. Pero por muchos pactos que hagan, sigo sin sentirme a salvo. Los piratas no son de fiar.

Así que me dispongo a volver a la casita subterránea.

Lo bueno de ya haber dado un repaso a la isla es que no creo que me vaya a perder, por mucha vegetación que haya.

Tenía pensado ir directamente a mi nueva casa, pero algo dentro de mí me dice que vaya a otro sitio. Así que me desvío del camino y voy hacia la derecha, donde me aguarda un enorme y precioso árbol.

Es tal y como lo recordaba. Todo el paisaje está iluminado por la luz que desprenden las hadas. Me acerco al árbol y miro su interior. Sigue estando la cascada dorada y, si no recuerdo mal, es de ahí de donde sale el polvo de hada.

Sonrío ante el recuerdo de Peter y yo bailando. Ahora que lo pienso, fue bastante romántico.

El contacto de una mano en mi hombro hace que pegue un respingo y apunte con la espada al causante.

Bajo el arma al percatarme de quién es.
Nunca la había visto, pero sí me la habían descrito.

Es una chica hermosa de piel morena y su cabello castaño está recogido en dos coletas bajas.

—Tigrilla–digo a modo de saludo.

—_____ Anderson, no llegaba el momento de nuestro encuentro.

Nunca había estado tan cerca de alguien de la realeza, así que no sé exactamente cómo comportarme y mucho menos tratándose de la hija de un jefe indio.

Hay un pequeño momento de silencio en el que ambas nos quedamos mirándonos sin saber exactamente que decir, en mi caso, o cómo decirlo, supongo que en el de ella. Su expresión seria hace que sienta un ligero escalofrío por la columna.

—¿Sucede algo?–pregunto para romper el silencio.

—Debemos hablar en un lugar más seguro.

Asiento seria para después seguirla entre los árboles.

¿Dónde estaremos yendo? No parece que me esté guiando hacia el campamento indio y si lo está haciendo puede ser que esté escogiendo otra ruta para despistar a los posibles perseguidores.

Sus pasos son rápidos, ágiles y silenciosos casi como si volase; en cambio, por mucho que yo intente no hacer ruido, acabo pisando hojas secas y ramas.

Cuanto más nos aproximamos a nuestro destino, más oscuro y denso es el ambiente. ¿A dónde me está llevando?

Salimos de entre la maleza y lo primero que vemos es una barca atada para que no se la lleve la marea.

—Vamos–me dice la princesa india.

Remamos en silencio y un poco a ciegas por culpa de la niebla.

Parece que Tigrilla ya ha venido antes, ya que la niebla no ha sido ningún obstáculo para ella. Aun sin poder ver nada, sabía perfectamente a la distancia que estábamos de nuestro destino.
Hasta que no puse un pie en el suelo, no pude ver hacia dónde me habia llevado.

—Roca Calavera–digo impresionada mirando la enorme y espeluznante roca–.

—Nadie suele atreverse a venir a este lugar, y mucho menos cuando oscurece y por la madrugada.

—Bueno... ¿Tenía algo importante que decirme?–pregunto con curiosidad.

—Supongo que está enterada de todo el asunto relacionado con los piratas.

—Así es–digo intentando no dejar salir la furia.

—Y supongo que también desconfía de ellos.

—Sí–contesto ansiosa para que vaya al grano–. ¿Insinúa que están tramando algo malo?

—Insinúo que hace tiempo que lo están tramando y que ya han empezado a realizarlo.

—Pero... ¿Qué quieren? Me refiero, antes era porque el capitán quería regresar a casa... ¿Y ahora qué? No habéis hecho nada malo, ¿no?

—Me temo que no tengo ningún tipo de información sobre la nueva capitana del Jolly Roger y eso es lo que me preocupa.

Que Tigrilla diga que le preocupa hace que se me pongan los pelos de punta, ya que ella parece ser alguien que sabe mantener el orden.

—Creo que Peter me dijo que la estuvo espiando porque en un principio él tampoco se fiaba de ella-comento.

—Lo sé, me fue informando de todo lo que veía. Aunque a medida que iban pasando las semanas se le veía más curioso que confundido por la llegada de Scarlet.

Me es inevitable sentir una pequeña punzada de celos al escuchar las palabras de Tigrilla.

—Bueno, ¿y qué quiere de mí? ¿Por qué me ha hecho venir aquí?

—Quiero que te quedes al margen de todo esto.

Frunzo el ceño, confundida por su orden.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Sé que actúas con benevolencia, pero eso no quiere decir que estés actuando bien. Tus actos impulsivos creados por los celos que te provoca la admiración de Peter en frente de esa pirata ponen en peligro nuestra futura victoria. Así que será mejor que hagas como si no pasase nada malo, tampoco de repente porque podrían sospechar, pero no hagas locuras.

Espera, ¿qué acaba de decir? Admito que me siento mal por el pésimo recibimiento de Peter, pero yo no actúo impulsivamente por tener celos de esa. ¡Ni siquiera actúo impulsivamente! Yo siempre me pienso mucho las cosas y era yo la que hacía que Peter no se lanzara al agua sin saber realmente con lo que se iba a encontrar.

Aunque si lo pienso mejor... Chillar para desfogarme no fue buena idea, ya que si hubieran querido matarme habrían sabido perfectamente mi localización.

Iba a recriminarle, pero como buena súbdita suspiré para calmarme y le contesté:

—Está bien, tiene razón.

—Promete que no harás locuras que hagan tirar por el suelo mi futuro plan.

—Lo prometo.

He prometido que no voy a hacer locuras que estropeen su plan, eso quiere decir que puedo hacer locuras que ayuden a desenmascarar a esa pirata de pacotilla.

¿El País De Nunca Jamás? Menuda Chiquillada (Peter Pan Y Tú) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora