Capítulo 16

4.3K 304 13
                                    

—¡Capitán James Garfio!–chillo mientras me acerco al barco volando.

Veo que los piratas me empiezan a apuntar con los cañones.

—¡Esperad! ¡Solo quiero hablar civilizadamente con vuestro capitán!

Cuando estaban a punto de lanzar la primera bola de cañón, el capitán ordena que paren.

—¡Esperad, perros sarnosos!–me acerco hasta estar en la cubierta del barco, en frente de James Garfio–. ¿Qué quiere señorita Anderson?

—Cumplir su deseo, capitán James Garfio.

Noto que le aparece un brillo especial en los ojos. Se aclara la garganta para disimular.

—¿Qué sueño si se puede saber?

—No se haga el tonto, el de volver a casa–digo sonriendo.

—No sea estúpida, necesito a Campanilla para volver y Pan nunca me la prestará.

—Pues Peter ha aceptado. ¡Peter!

Peter y Campanilla salen de su escondite y se acercan a nosotros.

—¿Qué tal, bacalao? ¿No quieres volver a tu hogar?

—Señor capitán, ¿de qué están hablando?–pregunta el señor Smee.

—Pan, no me vengas con bromas, no estoy de humor.

—No es una broma, capitán James Garfio–le informo–. Volverá a casa... y yo también.

Sonrío tristemente a Peter y asiente con la cabeza.

—Está bien–dice Peter–. ¿A dónde vamos, Garfio?

—A Londres–responde.

—Pues a Londres se ha dicho. ¿Algún otro pirata quiere volver a su casa?

Nadie dice nada, excepto el señor Smee que da un paso adelante.

—Donde va mi capitán, allí voy yo.

—¡Pues allá vamos! Campanilla, rocíales.

Campanilla obedece a Peter y nos rocía a los tres.
Cuando estamos a punto de irnos, muchas voces a la vez nos interrumpen.

—¡Nosotros también queremos ir!–gritan los niños perdidos.

Campanilla los rocía y nos vamos volando.

—_____, agárrate de mi tobillo y pásalo.

Asqueada, le cojo del tobillo y le digo lo mismo al que tengo detrás y así sucesivamente. Cuando le dicen a Garfio de que se sujete del tobillo de la persona que tiene delante, que es uno de los niños pequeños, lo único que hace es quejarse.

—Yo no me voy a coger de su sucio y asqueroso tobillo.

—Como tú quieras, viejo bacalao. Si no te coges, te quedarás aquí solo hasta que se te acabe el polvo de hada–le contesta Peter.

Con desgana y refunfuñando, Garfio acaba cogiendo del tobillo sucio de Conejo.

—¡Agarraos muy fuerte!–chilla Peter para que lo oigamos.

Obedecemos y volamos a toda velocidad hasta acabar en el cielo oscuro de Londres.
Frunzo el ceño al ver que es de noche. En el País de Nunca Jamás era de día, bueno, tal vez serían las cinco de la tarde. ¿Cómo es que aquí no?

Me empiezo a poner nerviosa al pensar cuánto tiempo he estado fuera de la casa de mi abuela. ¿Una semana? ¿Un mes? ¿Un año?

—¿Cuánto tiempo llevas en Nunca Jamás, James?–le pregunto.

¿El País De Nunca Jamás? Menuda Chiquillada (Peter Pan Y Tú) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora