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Ana estaba esperándome en la puerta de su casa, aunque no íbamos a salir de allí también se había arreglado un poco para la ocasión. Me saludó con dos besos y me dejó pasar al interior.

Su casa no era muy grande, pero estaba muy bien decorada, se la veía muy suya. Tenía una habitación, un baño y una cocina que se unía al salón para hacerla un poco más amplia. También había una terraza que pude intuir era uno de sus lugares favoritos.

Nos sentamos en su sofá y Ana sacó un par de cervezas en lo que decidíamos qué comida pedir. De pronto, un gato salió de dentro del sofá y el susto que me llevé provocó la risa de la canaria.

- Perdona, se me olvidó contarte que vivo con alguien más – pronunció sin dejar de reírse – Este es Mimo y es el causante de que hayamos trasladado la cena aquí – la miré interrogante dejando que se explicase algo más – está malito y no quería dejarlo solo – dijo mientras le acariciaba

- No te preocupes, yo también comparto casa con una gata, es de mi compañera de piso, pero nos tiene enamorados a todos – confesé

- Me has hablado muy poco de tu vida aquí en Madrid, bueno, en realidad hemos hablado poco de todo, ¿qué tal con tus compañeros?, ¿cuántos sois? – a Mimi le cambió un poco la cara no sabía si contarle ya lo de su pequeña o esperar a que se conociesen mejor, optó de momento por lo segundo

- Muy bien la verdad, a Ricky ya lo conocía, es uno de mis mejores amigos y me animó a venir a Madrid y Miriam es un amor de persona, creo que no podía haber elegido mejores compañeros, ¿y tú? ¿decidiste vivir sola? – pregunté

- Sí, cuando lo dejé con mi ex decidí que necesitaba un espacio para mí sola, aunque a veces echo de menos tener compañía humana - afirmó 

Seguimos hablando sobre nosotras, cada dato que conocía de Ana conseguía que ella me gustase todavía más si era posible, no podía creer lo que me estaba pasando, yo, que desde que acabó mi historia con el padre de Lola decidí que el amor no era lo mío y que ella iba a ser la única persona a la que iba a querer, pero Ana poco a poco y a pesar de que hacia muy poco desde la conocía empezaba a hacerse un hueco en mí.

- Bueno, ¿qué te apetece cenar?, que al final tanto hablar y beber cerveza se nos van a pasar las horas sin comer – comentó

- Si te soy sincera, después de una semana de tanto ejercicio, me apetece una buena pizza, ¿te gusta? – le sugerí

- Me encanta la idea, aunque tengo que confesarte que soy de las que me gusta la piña en la pizza

- No podías ser perfeta Anita – comenté riéndome.

La cena se me hizo muy entretenida, Ana me contó varias anécdotas de cuando llegó a Madrid y lo mucho que echaba de menos Tenerife, sobre todo el mar y las puestas de sol, diciéndome que algún día debería ver alguna de ellas.

- ¿Y qué te hizo volver de China? – me preguntó mientras sacaba el postre que había preparado

- Echaba de menos a mi familia, además mi madre se puso enferma y no era justo tampoco no estar con ella y con mi hermana en aquel momento. Luego comencé como profesora en la academia de baile de un amigo, conocí a alguien y supongo que terminé pensando que aquel iba a ser mi sitio para siempre... hasta ahora

- ¿Tienes una hermana? – dijo mientras yo probaba la primera cucharada de la tarta de queso

- Mmmm, Ana, esto está buenísimo – le comenté – sí, mi canija, nos llevamos tres años y es un gran apoyo para mí, también tengo un hermano más pequeño de una relación de mi padre, pero eso es otro tema – Ana vio que no me apetecía hablar de eso y decidió no seguir por ahí

Mi trocito de MadridDonde viven las historias. Descúbrelo ahora