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Las Navidades habían quedado ya bastante atrás y abril entraba en nuestras vidas dejando a un lado los días grises y oscuros. En estos cuatro meses habíamos sufrido una nueva marcha del piso que dejó bastante triste a Lola. Miriam y Mary habían decidido dar un paso más en su relación e irse a vivir juntas en un piso que por petición expresa de la gallega estaba lo suficiente cerca del nuestro como para venir a visitar y cuidar de la pequeña siempre que quería o fuese necesario y hacernos compañía alguna de las noches en las que Mary se encontraba de viaje. Agradecí mucho el gesto de Miriam, su amistad era una de las mejores cosas que me había pasado y supe que ninguna de las dos quería que decayera en absoluto.

Por el contrario, las visitas de Ana a casa cada vez eran más frecuentes y más aún después de todo lo que pasó con Raquel. La canaria solía pasar mínimo cuatro noches a la semana en casa, nos habíamos acostumbrado a dormir sintiendo el cuerpo de la una pegado al de la otra y las noches que no lo hacíamos eran bastante extrañas.

Y en cuanto al tema de Raquel, bueno, en casa habíamos decidido no hablar demasiado de ello, queríamos pasar ya la página de aquel capítulo, pero con la entrada de abril había llegado el comienzo del juicio y los nervios eran patentes tanto en Ana como en mí.

El juez había decidido internarla en un centro psiquiátrico durante estos meses y ahora llegaba el momento de decidir qué iba a pasar finalmente con ella y, para ello, ambas teníamos que ir a declarar al juzgado al igual que algunos de nuestros compañeros que presenciaron su último ataque. La canaria ya lo había hecho y aquel día llegaba mi turno.

-Venga, cariño, que al final vas a llegar tarde – Ana entraba en la habitación ya preparada

-No quiero ir... - me quejé

- Ya lo sé – dijo sentándose a mi lado – pero cuanto antes pasemos estos, antes podremos dejarlo atrás – me dejó un beso en los labios y volvió a salir por la puerta en busca de algo

Yo me quedé un rato sentada en la cama pensando en todo lo que me esperaba aquel día. Terminé por levantarme, coger algo de ropa y encaminarme hacia la ducha para así poder despejar un poco mi mente

-Nos vamos ya – Ana entró en el baño para despedirse y se mordió el labio al verme en ropa interior – qué pena tener que llevar a Lola ahora mismo al colegio

- Anda, dame un beso y deja de hacer el tonto – la canaria se acercó y poniendo una mano en mi nuca profundizó aquel beso hasta que se dio cuenta de que la pequeña había entrado también en el baño para despedirse y se apartó sonrojándose

- Yo también quiero beso – dijo Lola poniendo morritos al ver la escena

La cogí en mis brazos y le dejé unos cuantos besos por toda la cara mientras ella intentaba devolvérmelos encantada. Se fueron enseguida para no llegar tarde al final y yo puse música para calmarme mientras me daba aquella necesaria ducha.

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Ana apareció media hora después. Aquella mañana se había encargado de llevar a la pequeña al colegio para que yo me pudiese tomar las cosas con algo más de tranquilidad, y una vez yo ya estuve lista nos dirigimos hacia los juzgados. 

Carmen nos estaba esperando ya en la puerta, ella me acompañaría dentro de la sala y estaría a mi lado en todo momento, mientras que la canaria se tenía que quedar fuera al ser otra de las personas que habían declarado.

La tensión en el ambiente al entrar era palpable. Me senté en la silla y empecé a contestar a todas las preguntas que me hacían y que iban desde cómo nos conocimos Raquel y yo hasta mi relato de lo sucedido desde mi llegada a Madrid. No fue una experiencia agradable rememorar todo lo que había ocurrido y menos pensar que Ana había hecho lo mismo el día anterior.

Mi trocito de MadridDonde viven las historias. Descúbrelo ahora