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La semana había pasado demasiado rápido. El sábado Ana se fue, llegaban su padre y su hermano de Canarias y no iba a dejarlos solos ya que venían a verla. Habíamos decidido tomarlo con calma, ella todavía no le había contado lo nuestro a su padre, pero me había prometido hacerlo durante esta semana, mientras que mi madre y mi hermana ya lo sabían gracias al lorito que tenía por hija que se había encargado de pregonarlo en cuanto habló con ellas y estaban felices de ver lo bien que me iban las cosas por Madrid. También se había enterado Ricky, quien se mostró un poco enfadado de primeras por no haberse enterado el primero, pero que también se alegraba por mí.

En cuanto al trabajo, estaba agotada, para qué mentir, pero todo era satisfactorio al final. Nos habíamos trasladado definitivamente al teatro donde íbamos a presentarlo. Estaba bastante cerca de Gran Vía y según habían comentado los directores se habían vendido ya todas las entradas para el gran debut. Los nervios empezaban a contagiarse entre todo el equipo, pero los ánimos hacían que nadie decayera y nos encontrásemos todos con muchas ganas de poner en escena todo lo que habíamos trabajado durante este tiempo.

Estábamos ya a miércoles, a 48 horas del gran día y yo lo que más echaba de menos era pasar tiempo con Ana. La canaria me había acompañado los dos días anteriores a casa para poder disfrutar de ese momento las dos solas, pero aquel día había quedado con su padre y su hermano para cenar fuera los tres solos. Estaba también algo histérica viendo que no se decidía a contárselo a su padre, no quería presionarla, pero me daba pánico pensar que podría pensárselo mejor y no querer seguir con esto por miedo.

Para compensar y viendo cómo estaba, Miriam decidió venir a buscarme con Lola. Últimamente llegaba antes de la grabación y una vez llegaba a casa dejaba que Alba se marchara y se quedaba ella con la pequeña. Me hacía mucha ilusión que la ratona me visitara en el teatro y más aún sabiendo lo que le gustaban a ella aquellos lugares. Ya había reanudado las clases de baile de nuevo y ver a tantos bailarines por allí le fascinaba. Con lo que no contaba era con que en cuanto Lola vio a Ana por los pasillos acompañada de su padre fue corriendo a saludarla sin dejarle reaccionar siquiera a Miriam.

- ¡Ana! – gritó la pequeña en cuanto la vio

- Hola, peque – la canaria la recibió cogiéndola en brazos y besándola repetidamente la mejilla - ¿qué, has venido a buscar a mami?

- Sí – afirmó con seriedad - ¿y este señor quién es? – le preguntó al oído provocando la risa de Ana

- Es mi padre, se llama Antonio – el hombre se acercó a ellas dispuesto a saludar

- Hola, bonita – dijo acariciando su brazo - ¿cómo te llamas?

- Soy Lola y mi mami es la...

- Lola, cariño, que viene ya por allí mami – interrumpió Miriam salvando a la canaria de la situación. La niña fue corriendo hacia mí que ya me había cambiado un poco la cara al ver a todos allí juntos, cogí a la pequeña saludándola como siempre y me dirigí hacia ellos. Ana me dio un beso en la mejilla como saludo y se dispuso a presentarnos

- Mira, papá, esta es Mimi, una buena amiga, su hija Lola que ya la conoces y Miriam su compañera de piso – dijo un poco nerviosa

- Encantada – respondí acercándome a él para darle dos besos

- Pero mami no es ...

- Lola, mira, vamos a ver cómo ensayan en el escenario – Miriam volvió a salvar la situación y se llevó a la niña cogiéndola deprisa de mis brazos.

- ¿Qué tal por Madrid? – le pregunté intentando eliminar un poco el momento anterior

- Muy bien, ya habíamos venido alguna vez antes, pero muy contentos y con muchas ganas de ver lo que habéis preparado

Mi trocito de MadridDonde viven las historias. Descúbrelo ahora