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El lunes comenzó con una buena noticia, el bracito de Lola ya estaba curado y, aunque tendría que hacer algún que otro ejercicio para recuperar la fuerza y tenerlo unos días todavía en reposo, pronto podría regresar a sus ansiadas clases de baile.

La pequeña se fue muy contenta a clase aquella mañana deseando enseñarles a todos sus compañeros su brazo ya sin escayola. Iría a recogerla Alba a la salida del comedor. La rubia ya estaba avisada para que tuviese cuidado con quién se acercaba a la pequeña en lo que estuviesen en la calle y la tuviera bien vigilada especialmente en esos momentos.

Yo llegué bastante tarde al ensayo, los directores ya estaban avisados y no me pusieron ningún problema, pero yo quise aprovechar la hora dedicada a comer para pulir detalles de algunas de las coreografías, el musical se estrenaba ya el viernes de la próxima semana y quería que todo saliese perfecto ese día.

Llevaba casi media hora con la música resonando por aquella habitación cuando pude observar a Ana sonriéndome a través del espejo. Fui hacia ella y la agarré de la mano, en el reproductor de música estaba sonando una de mis canciones favoritas del musical, la junté a mi cuerpo y comencé a bailar lentamente con ella pegada a mí. Terminó la canción y ambas juntamos nuestras frentes viéndonos a través de los ojos de la otra. Ana fue la primera en lanzarse a mis labios con intensidad después de aquel momento, yo la correspondí con deseo, pero el fuego que desprendíamos en aquel momento fue frenado por un pequeño carraspeo que nos hizo salir de nuestro propio mundo de forma inmediata.

- Solo venía a dejarte el café que me pediste - dijo Mónica pidiendo disculpas con la mirada - siento haber interrumpido

Dejó el café en uno de los bancos que había allí y se fue sin hacer ruido. A Ana y a mí nos comenzó a entrar la risa ante aquel momento y casi agradecimos que la zamorana nos hubiese interrumpido antes de cometer alguna locura en aquel sitio.

Nos sentamos en el suelo con la espalda apoyada en aquel espejo tan grande y las piernas mirando hacia la puerta de la entrada, una al lado de la otra.

- Te he traído un sándwich - dijo sacándolo - con todo el ejercicio que vas a hacer no pensarás alimentarte con tan solo un café - continuó mirándome con un poco de reproche

- He desayunado bastante esta mañana - comenté observándola, pero al ver su cara decidí rectificar y aceptar la comida que me había traído - ¿Tú ya comiste?

- Sí, estuve comiendo con el resto, pero te echaba de menos y decidí venir a hacerte compañía y verte así bailar un rato sin interrupciones

- Espero que cuando tengas tu gira en solitario me dejes bailar a tu lado - le contesté mientras le guiñaba un ojo

- Serás mi bailarina preferida, no lo dudes.

Ana estuvo viéndome ensayar un rato más después de asegurarse de que me había terminado el sándwich y el café. Decidió grabar la que confesaba era una de sus canciones favoritas, e incluso se animó a improvisar algunos pasos conmigo entre risas. El tiempo con ella se pasaba volando y pronto tuvimos que volver con el resto para continuar con la preparación.

Tras una jornada intensa, un poco antes de las siete de la tarde conseguía salir del local. Ana estaba esperándome apoyada en la puerta de su coche mientras terminaba de fumar.

- ¿Nunca te han dicho que el tabaco es malo para la voz, señorita cantante? - le pregunté al acercarme a ella

- Poco me decías eso ayer cuando me robaste uno en la terraza - me reprochó

- Pero eso fue una urgencia que me surgió en aquel momento

- Sí, una urgencia... anda, sube al coche tardona, que llevo esperándote un buen rato

Mi trocito de MadridDonde viven las historias. Descúbrelo ahora