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El viaje en el Uber fue bastante silencioso por mi parte. Ana me dedicaba alguna que otra mirada mientras entretenía a Lola que estaba pegada a su cuerpo observando las cosas que le iba indicando la canaria.

Lola agarro mi mano al bajar del vehículo en lo que Ana buscaba las llaves entre las cosas de su bolso. Abrió la puerta de su casa y Mimo fue directo a saludarla. La pequeña, un poco tímida en aquel momento se colocó detrás de mis piernas hasta que la canaria la vio y le dio la mano para que la acompañase.

- Mira Mimo, esta es Lola y a partir de ahora va a ser también tu amiga – dijo sonriendo a la pequeña mientras yo me quedaba en un segundo plano observando aquella situación que tanto me gustaba.

- ¿Puedo acariciarlo? – preguntó Lola. Ana se sentó en el suelo y la sentó a ella sobre sus piernas cruzadas para que estuviese más cerca. Cogió la mano buena de la pequeña y la desplazó sobre el cuerpo del animal para que ambos cogieran seguridad. – Es muy suave - dijo mirándola con ilusión

- Sí que lo es – comentó sonriéndole. La pequeña parecía que tenía un don con los animales pues, al igual que le pasara con Loleta, Mimo dejó enseguida que la pequeña se pusiera a jugar con él - ¿te quedas aquí un ratito jugando con él en lo que mami y yo decidimos qué comer? – le preguntó teniéndola todavía encima de sus piernas. Lola asintió mientras no dejaba de acariciar al animal – Cuídala bien Mimo – le dijo al felino antes de darle un beso a la pequeña y dirigirse hacia mí.

Yo me encontraba apoyada en una de las columnas de la entrada. Todavía no me había quitado ni la chaqueta ni el bolso observando aquella escena obnubilada. Ana se acercó a mí pasando una mano por mi mejilla

- ¿Estás mejor? – yo afirmé con la cabeza - ¿Qué te apetece que pidamos para comer?

- Lo que tú quieras estará bien y Lola come de todo así que no hay problema – le contesté pronunciando mis primeras palabras desde hacía ya varios minutos.

- ¿Italiano? – asentí con la cabeza dándole el aprobado a aquello – vale, pues voy a llamar

Ana cogió su móvil y se dirigió a la cocina para hacer el pedido. Yo fui detrás de ella y me senté en uno de los taburetes de la barra desde donde podía observar también cómo se entretenía Lola. La canaria finalizó la llamada y se dirigió a la nevera a coger dos cervezas, poniendo una enfrente de mí mientras la otra permanecía en su mano.

- Gracias – le sonreí

Ana se sentó en el taburete de al lado y colocó una mano sobre mi muslo

- ¿Qué ha pasado en el hospital, Mimi? – preguntó con cautela

- Que me han engañado, que no se estaba muriendo, me han tomado por tonta con algo muy serio como es jugar con la muerte de una persona

- ¿Raquel no se está muriendo? – preguntó mientras yo negaba con la cabeza, daba un sorbo a la cerveza, y comenzaba a explicarle todo lo que había pasado en aquella habitación. La cara de Ana iba cambiando según avanzaba la historia pasando de la incredulidad al coraje por tener que escuchar aquello.

- Estoy alucinando, ¿cómo se pueden aprovechar así de la buena fe de las personas? Esa tía está loca – dijo levantándose del taburete sin asumir todavía todo lo que le acababa de contar

- Lo está y me empieza a dar miedo Ana, porque si se ha inventado una enfermedad, ¿qué no se le pasará por la cabeza para volver a verme? – La canaria se puso a mi espalda y me abrazó atrayéndome hacia su pecho. – Y ya no es solo miedo por mí, tengo miedo a que le haga algo a Lola, parece obsesionada con ella y me muero si le pasa algo – las lágrimas empezaron a deslizarse por mis mejillas, Ana me giró y me envolvió ahora bien entre sus brazos intentando tranquilizarme

Mi trocito de MadridDonde viven las historias. Descúbrelo ahora