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El sonido de la alarma provocó que me despertara de golpe. Estaba aprisionada entre los brazos de una Ana que también comenzaba a removerse por aquella cama permitiendo mi liberación momentánea que aproveché para poner fin a aquel estridente ruido. La canaria se dio media vuelta no queriendo saber nada y ni los besos que le daba por su espalda permitían que reaccionase

- Ana – pronuncié su nombre acercándome a su oreja entre besos – va, que se nos va a hacer tarde

- Si es muy temprano – se quejó intentando ignorar que cada vez estaba más encima suyo

- Vamos a llegar tarde, verás

- Cinco minutos más solo, anoche alguien no me dejó dormir todo lo que quería – soltó

- Qué morro tienes, venga, en cinco minutos vuelvo

- ¡No!, pero quédate aquí conmigo – dijo poniendo un puchero y agarrándome el brazo para que volviera a tumbarme a su lado.

- Tengo que despertar a Lola – le di un beso en los labios y me levanté de la cama – si en cinco minutos no estás despierta, activo el plan B – la amenacé

Lola ya estaba despierta cuando entré en su habitación, agarrada a su peluche favorito y frotándose uno de sus ojos con la mano que tenía libre. Se le iluminó la cara al verme y alzó los brazos para que la cogiese.

- Buenos días, ratona – la saludé mientras la pequeña me daba un beso en la medilla - ¿Has dormido bien?

- Sí – contestó escondiéndose en mi cuello

Aproveché para vestir a Lola, ayudarla a lavarse y peinarla con sus dos características trenzas. Cuando salimos hacia la cocina, Ana ya estaba allí. La pequeña salió corriendo a saludar a los gatos y yo me acerqué a la canaria

- Vaya, veo que el plan B no ha hecho falta – dije abrazándola por la espalda y dándole algún beso en el cuello

- Ya me contarás de qué va eso – me guiñó el ojo y se sentó con una taza de café en mano

- Lola, venga deja a los gatos tranquilos y a desayunar – la pequeña se despidió de ellos y fue a sentarse en su silla, pero al ver que la canaria estaba allí, primero vio necesario acercarse a darle un abrazo de buenos días que Ana correspondió muy sonriente

- ¿Y la tita Miri? – preguntó una vez estaba ya sentada jugando con la cuchara

- Ya se ha ido a trabajar, cariño, pero esta tarde llega antes y ha prometido llevarte al parque con Mary – contesté viendo como la pequeña se alegraba ante la respuesta.

A pesar de que Ana había insistido en que podíamos ir en su coche a llevar a Lola al colegio y luego al ensayo, la convencí para ir andando y así no romper nuestra rutina. La pequeña decidió presentarle a la canaria a todos sus amigos provocando que Ana quisiese morir de vergüenza en aquel instante. Nos dio un beso de despedida y entró en su aula bajo la promesa de que cuando volviese del parque veríamos una película todas juntas. Además, teníamos una conversación pendiente con ella.

El camino hacia al trabajo fue diferente, comenzar el día agarrada de su mano era algo que quería que se convirtiera en nuestro día, una nueva rutina. A veces incluso nos sobraban las palabras y el silencio que se instauraba entre nosotras dos era algo precioso porque con solo mirarnos sabíamos leer lo que pensábamos.

- ¿Van a venir tu madre y Patri al estreno al final? – me preguntó cuando ya estábamos llegando

- No, mi madre no puede cerrar la tienda esos días y mi hermana tenía bastante lío – contesté triste – pero bueno, estará la enana y Miriam y Mary que tampoco quieren perdérselo

Mi trocito de MadridDonde viven las historias. Descúbrelo ahora