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El tiempo a veces corre demasiado deprisa, pero cuando todo se calma y la felicidad llega a tu vida, no importa lo rápido que pase mientras todos los días sucedan de aquella manera.

Había pasado ya un tiempo desde el suceso del parque, las calles comenzaban a decorarse con motivos navideños y Lola estaba más que ansiosa ante estas fechas sabiendo, no solo que pronto iba a recibir una gran cantidad de regalos, sino que vería a su abuela y a su tía de nuevo. En cuanto a Ana y a mí, nada podría ir mejor, dormíamos casi todas las noches juntas, aunque alguna que otra vez era acompañada de la pequeña, compartíamos vida y trabajo y no me podía imaginar a nadie mejor para hacerlo.

Solo había un pequeño fallo para que todo estuviese perfecto....

Tras lo que ocurrió en el parque, mi abogada llegó poco después a Madrid para comenzar a hacer la denuncia, el único problema era que Raquel no había llegado a presentarse en ninguno de las reuniones que se habían convocado para procesar la denuncia y ni siquiera parecía tener un abogado que la defendiera y con el que poder contactar. Intentaba aparentar tranquilidad, pero mi miedo terminaba introduciéndose en mis sueños y eran muchas las noches en las que Ana tenía que abrazarme aún más fuerte y susurrarme al oído que todo estaba e iba a estar bien, pero algo dentro de mí me decía que todavía quedaba el último de los golpes por parte de Raquel.

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Era lunes, la semana acababa de empezar. En la calle hacía ya bastante frío y más a las ocho y media de la mañana de camino al colegio de la pequeña, aunque eso no impedía que Lola ya estuviese revolucionada.

- Ana, ¿tú que le vas a pedir a los Reyes Magos? – preguntaba mirando a la canaria mientras ambas sosteníamos cada una de sus manitas resguardadas por unos guantes de colorines.

- No lo sé, peque, yo soy más de dejarme sorprender por ellos – respondió mirándome significativamente - ¿tú ya lo tienes pensado?

- Sí – dijo con energía – quiero una muñeca, una bici, un ukelele para tocar como la tita Miri, pinturas, un libro, un disfraz de superhéroe....

- Oye, oye – la interrumpí – mucho quieres tú, ¿no? – continué viendo como Lola me miraba con sus ojitos – ratona, tienes que entender que los Reyes tienen que regalar a todos los niños y no puedes pedirte todo el catálogo

- Pero me he portado muy bien – dijo con tono lastimero mientras Ana se mordía el labio mirándola con ternura

- Ya cariño y por eso te traerán muchas cosas, pero no puede ser todo, ¿vale? – dije acariciando lo poco que se le veía de su carita entre el gorro y la bufanda

- Vale – respondió no muy convencida

Dejamos a Lola en el colegio después de darle todos los besos que no podríamos aquella mañana y regresamos a casa. No era un día para estar mucho por la calle, así que decidimos tomarnos el café mejor en casa mientras nos acurrucábamos en el sofá tapadas por una manta.

- Esta tarde tengo que ir a casa a hacer unas cosas y seguramente me quedaré hoy allí a dormir – Ana rompió el silencio en el que estábamos y levantaba un poco su cabeza que estaba en el hueco de mi cuello para mirarme

- ¿Y no puedes hacer esas cosas y luego volver para dormir conmigo? – le pregunté imitando una de esas caras que tan bien solía poner Lola cuando quería salirse con la suya

- Amor, llevo casi quince días sin aparecer por allí y hasta Mimo está ya más hecho a esta casa que a la nuestra

- Ese gato ya sabe cuál es su casa y la tuya también

- Ya sé que esta es mi casa, pero me gusta ese piso e ir de vez en cuando, lo entiendes, ¿verdad?

- Sí, pero antes de irte, tenemos que recoger a Lola para que no se enfade, luego ya te dejo que me abandones por una noche

Mi trocito de MadridDonde viven las historias. Descúbrelo ahora