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La vuelta a casa fue bastante difícil para las dos. En aquel hospital nos habíamos sentido protegidas, pero el volver a pisar la calle hizo que ambas recordáramos lo sucedido y sabíamos que el volver a pisar el teatro iba a ser también difícil, aunque estaríamos apoyándonos la una a la otra.

Miriam vino a recogernos a la salida, acababa de dejar a Lola en el colegio y se presentó poco después en el hospital para saber cómo estábamos y llevarnos a casa. En cuanto la vi en aquel pasillo blanco, mientras esperaba a que el médico atendiese a Ana, no pude más que abrazarme a ella con todas mis fuerzas y descargar todo aquello que llevaba contenido para que la morena no sufriera más al verme a mí.

- ¿Qué tal ha pasado la noche Lola? – el silencio reinaba en aquel coche y me vi en la obligación de romperlo y preguntar por mi pequeña

- Bien, al principio preguntó por vosotras, que porqué no habíais ido a buscarla al colegio como prometisteis – noté cómo Ana apretaba mi mano y me miraba en aquel momento – pero después le expliqué que habíais tenido un problema en el ensayo, que Ana se había puesto malita y tú tenías que cuidarla – acerqué a Ana hacia mí intentando no hacerle daño en el cuello y le dejé un beso en su cabeza – así que se le pasó enseguida, aunque dice que ella también quiere cuidarte y darte muchos besos en cuanto te vea – Miriam nos sonrió viendo cómo estábamos y continuó con el viaje hasta casa

Al llegar, acompañé a Ana a la cama para que descansara. Mimo nos persiguió intuyendo que algo había pasado y decidió tumbarse en un lado de la cama para no separarse de ella.

- ¿Necesitas alguna cosa? – le pregunté acariciando su pelo

- Túmbate conmigo hasta que me duerma, por favor – ni siquiera me lo pensé, me acosté a su lado y después de besarla dulcemente, la abracé fuerte.

Ana se quedó dormida enseguida. Yo me entretuve observándola durante un buen rato y acariciando su mejilla suavemente para que no se despertara. Me levanté poco después, tenía que hablar con mi abogada para contarle todo detalladamente, también quería informar a mi madre de todo lo ocurrido antes de que se enterara por los cuchicheos del pueblo, teniendo en cuenta que Raquel era de mi misma ciudad. Al padre de Ana le informaríamos más tarde, cuando ella estuviese preparada.

Llegué al salón y vi a Miriam muy concentrada mirando su móvil, hasta que se dio cuenta de mi presencia y levantó la mirada para dedicarme una sonrisa.

- ¿Ya se durmió? – yo asentí mientras me sentaba a su lado en el sofá – y tú, ¿cómo estás?

- He tenido días mejores, la verdad – intenté ponerle un poco de humor, pero la mirada de la gallega me hizo saber que quería la verdad – saber que Raquel ya no nos puede hacer nada, me ha traído mucha tranquilidad, pero ayer fue uno de los peores días de mi vida – paré para coger aire y atreverme a contarle todo – cuando vi a Ana en aquella situación, pensé que me moría, que si le pasaba algo y encima por mi culpa no me lo iba a perdonar en la vida. También pensé en Lola y en la familia que ya somos, que a lo mejor la gente piensa que todo ha ido demasiado rápido, pero jamás había estado tan enamorada como lo estoy de Ana.

- Ay, amiga – Miriam me rodeó con uno de sus brazos y me atrajo hacia ella – solo hay que verte la cara cuando hablas de ella – me contestó – ahora tenéis que estar más unidas que nunca y sé que esto no os va a superar, al contrario, os va a hacer todavía más fuertes.

Me tranquilizó mucho hablar con ella y saber que la tenía para todo lo que necesitara, Miriam también era parte de mi familia. Me separé de ella unos minutos después para ir a hablar con Carmen. Mi abogada me contó que a Raquel le habían puesto un abogado de oficio para llevar el caso y que esta tarde se reuniría seguramente con él y con el juez para hacer una primera vista y que el juicio se llevaría a cabo seguramente después de Navidades. También me contó que Raquel se encontraba de momento custodiada en un hospital psiquiátrico en lo que el juez decidía qué hacer hasta que saliese el juicio, pero que no me preocupara porque pasara lo que pasase no podría acercarse ya a nosotras.

Mi trocito de MadridDonde viven las historias. Descúbrelo ahora