Capítulo 26: Un rayo de luz

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— Ashley dime que está contigo y que todo está bien, que está en una sola pieza.

Mi voz suena algo extraña para mis oídos, pero me obligo a mantener la calma. Desde que recibí aquel maldito mensaje mis nervios han estado por todos lados causando numerosas noches sin dormir y una actitud defensiva.

Ashley suspira al otro lado de la línea y espera unos segundos antes de responder.

— Ella está bien Shelddon, dolida y decepcionada pero bien.

Maldigo con ganas una vez más, pero me obligo a mantener la calma por lo que paso mi mano libre por el rostro y el cabello y tomo las cosas de mi hijo.

— Soy lo peor rubia, un maldito egoísta —suspiro quejumbroso— solo dime donde está, necesito verla.

Tal y como lo pensé Ashley Smith se rehúsa a decirme dónde está y eso me hiela la sangre, pues hasta no verla frente a mí no estaré contento. Cuelgo la llamada poco después y me desvío al baño para lavar mi rostro.

Una vez listo y abrigado me acerco a la habitación de mi hijo donde Marta termina de vestirlo y me pasa el pequeño abrigo a juego para que yo se lo ponga una vez fuera de casa.

— Papi ¿me llevarás a comer hamburguesas? —Inquiere mi niño vivaz y energético.

Me inclino a cargarlo con mi brazo libre mientras le dejo un sonoro beso en la mejilla y salgo rumbo al auto.

— Desde luego Jay, mi chico se ha portado de manera ejemplar y debo premiarlo.

Mi hijo ríe encantado y me abraza mientras marta sonríe detrás de nosotros. Jaydan ha sido mi único polo a tierra desde lo ocurrido, el único que sin importar ver las lágrimas en mis ojos lograba hacerme reír sin juzgarme.

Aún con la zozobra instalada en mi interior entro en el auto luego de dejar a mi hijo en el asiento trasero sobre su silla de seguridad, lo llevaría a nuestro lugar favorito; el restaurante donde comimos por última vez con Elizabeth.

— ¡Papi pon música, pon música!

Miro al diablillo que se mueve impaciente en el asiento trasero y decido complacerlo al encender la radio satelital; inmediatamente cambio la estación cuando escucho algunas palabras obscenas. Enciendo el auto y me pongo en marcha mientras una canción algo lenta empieza a sonar; la reconozco de inmediato y hago una ligera mueca la letra me golpea directo, pero no tengo el valor de quitarla por lo que simplemente carraspeo y continúo conduciendo.

Llego a los pocos minutos al lugar, bajo a mi hijo mientras con la mano libre tomo el pequeño morral con implementos de aseo infantil y cierro dejando toco asegurado en su interior.

Al entrar el olor a comida recién preparada inunda mis fosas nasales lo que hace que el estómago se despierte del todo. Dejo a Jaydan en la silla de mi lado y pido educado el menú y un vaso con agua.

Durante la espera recojo mi cabello y juego con las manos de mi hijo, le comento sobre los amínales nuevos en el zoológico y la reserva de regreso en casa, sus ojos se iluminan a medida los menciono.

— ¿qué te parece si mañana me acompañas al zoológico?

La alegría de mi hijo es tal que deja las piezas de pan gratis a medio camino de su boca y chilla de felicidad.

— ¿Puedo alimentar a Snowball? —Me mira con sus ojitos iluminados. No doy no créditos, río un poco y lo miro.

— Ah, no señor. No alimentarás al bengala, puedes ser su siguiente bocadillo Jay.

Ambos nos miramos cómplices y reímos un poco hasta que la camarera nos entrega lo solicitado y hacemos nuestra orden.

Al cabo de unos largos minutos Jay y yo recibimos la comida junto a la pequeña interrupción de una notificación en mi celular, dejo que Jay coma algunas papas a la francesa en lo que saco el aparato de mi bolsillo delantero. Lo que veo me hace arrugar el gesto por confusión, pero al ver de quien se trata siento el corazón detenerse.

Apasionado TormentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora