Abrí los ojos con una música incesante junto a mi oído, parecía que no iba a detenerse nunca. Con un golpe de puño paré lo que creía que era mi despertador, pero al notar que no se detenía levanté mi mirada. ¡Mierda! Mi móvil. De un salto dejo la cama y tomo el aparato en mis manos para ver que la pantalla se ha partido en la mitad y no puedo detenerlo.
Jodida mierda.
Marta entra en el cuarto con cara de pocos amigos y su pijama de ositos, me quita el móvil para detenerlo vaya a saber Dios como, me siento en la cama pasando ambas manos por mi rostro y suspiro:
― ¿Qué hora es?
― Son las seis de la mañana. – ella se sienta junto a mí y se queda viéndome.
― ¿Qué? – pregunto encogiéndome de hombros sin entender nada de lo que ocurría.
― Shelddon, doña Rosa te estaba esperando en el aeropuerto. – Siquiera doy lugar a que termine la oración, solo atino a ponerme de pie y busco ropa limpia dentro de mi guardarropa.
Tomo lo primero que encuentro y la veo aún sentada en la cama.
― ¿Jaydan?
― Duerme.
― Él quería venir conmigo. ― digo rápidamente al tiempo que meto mis pies en mis zapatillas deportivas.
― Shelddon.
― No lo cambies, solo ponle abrigo arriba de su pijama y vamos a buscar a mi ma... ― Marta se queda mirando el suelo y veo a la persona que se asoma en la puerta de mi cuarto.
Mi madre esta cruzada de brazos, muy molesta. No hay que preguntarlo para notar esa expresión en su rostro. De pronto me siento con 10 años otra vez.
Rosa Oliveira De La Roza, incluso molesta y con el ceño fruncido era para mí, la mujer más bella de todo el mundo. Su tez morena no dejaba que los rastros del tiempo dejaran saber a los demás que esa pequeña mujer de enorme corazón tenía 67 años de edad, sus cabellos negros azabache peinados en un mono ajustado disimulaban muy bien aquellas canas rebeldes por las que ella rezongaba la mayor parte del tiempo, y aunque no era una mujer que usara maquillajes, aquella pintura de labios color rosa, le sentaba hermoso. Sus regordetas mejillas seguían regordetas aun sin que ella sonriera, las manos que alguna vez en mi niñez y adolescencia secaron lágrimas, pusieron paños fríos en las largas noches de enfermedad y también me pusieron en mi lugar con alguna que otra bofetada estaban ahora un poco mas arrugadas.
Me acerqué a ella para inclinarme y rodearla con mis brazos muy fuerte.
― Perdóname. ― murmuro cerrando mis ojos fuertemente al tiempo que me arrodillo frente a ella. – perdóname, soy el peor hijo del mundo.
― Si lo eres. El peor de todos. – dice en un tono serio, pero cuando sus manos me aprietan en un fuerte abrazo, sé que me ha perdonado. – pero aún así te amo. – sus dedos acarician mi cabello despeinado lentamente y puedo oír como Marta se va del cuarto para dejarnos solos. – Shelddon, hijo. ¿Qué está pasando contigo, cielo? Tú no eres así. Siempre has sido muy responsable, me he enterado lo de anoche y sigo sin poder creerlo.
Estoy sollozando cuan niño regañado. Que increíble, en los últimos 4 años he llorado lo que no lloré en 32 años de vida. Elevo mi rostro hacia mi madre y ella quita las lágrimas con sus pulgares.
― Ya no puedo. – titubeo.
― ¿Ya no puedes? ¿Qué no puedes? – ella sujeta mi rostro por el mentón, ahora son sus ojos los que están inundados lágrimas. ― ¿Qué no puedes Shelddon?
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Apasionado Tormento
Romansa¿Podrá el destino unir dos corazones lastimados? ¿Podrán amarse incluso sabiendo que hay secretos de por medio? ¿ Llegarán Elizabeth y Shelddon a tener el final feliz que tanto merecen? Esta no solo será una historia de romance más, esta jur...