Capítulo 18: Explicaciones al mundo

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Tumbado en el sofá de la sala de Elizabeth, Jaydan come de un enorme bowl  plástico palomitas de maíz caramelizadas que Lizzie se dispuso a prepararle tras poner ToyStory 2, su película favorita, Dante quien de pronto se ha convertido en su mejor amigo se ha echado a su lado con la cabeza en su regazo atrapando de vez en cuando las palomitas que a mi hijo se le caen de la boca.
Elizabeth está duchándose, yo en cambio me encuentro rebanando salmón para prepararlo al horno con vegetales salteados, algo de arroz y una salsa blanca de tomillo. Me gusta pensar que éste sería un día normal, en nuestra casa en Brasil.
Angie sale de la ducha con una ropa cómoda y algo holgada para su menudo cuerpo, se acerca a Jaydan mientras seca su cabello con una toalla para después tomas asiento a su lado, Jaydan le mira con unos ojos encantados dejándose llenar de besos y abrazos. Angie tiene en sus brazos a nuestro hijo, lo acomoda en su regazo como si siempre le hubiese pertenecido para mecerlo con cariño hasta que Jay cierra sus ojos y se queda profundamente dormido. Ella le acaricia el rostro.
Su mirada se encuentra con la mía y me dedica una sonrisa, mi corazón late muy rápido. Después de dejar a nuestro hijo dormido en el sofá junto al perro, se pone de pie y cepilla su cabello al tiempo que va cerrando la distancia entre la sala y la cocina. Solo nos separa la barra del desayuno:

― ¿Tienes frio? – pregunta con una sonrisa.

― ¿Por qué lo dices? – apenas y puedo respirar, el aire no me cabe en el pecho. Quiero correr al otro lado de la barra, estrecharla entre mis brazos y besarla. Ella suelta una carcajada.

― Traes piel de pollo, ¿Subo la calefacción?
¡AUCH!

Miro mi dedo índice y me he hecho un corte, estoy llenando de sangre la tabla de picar. Inmediatamente unas manos cálidas, pequeñas y suaves sujetan las mías bajo el agua helada del grifo y caigo en la realidad.

― Shelddon, estás empezando a preocuparme... ¿Pasa algo malo? – Elizabeth me ve con ojos preocupados mientras de uno de los cajones toma un pequeño botiquín blanco con la clásica cruz roja encima y de ahí toma un líquido y gasas.

― Tranquila, no es nada.  Es solo un pequeño corte. -sonrío intentando traer calma. Me inclino un poco encima de ella y le dejo un casto beso en los labios.

― No, claramente tu mente no está conmigo. Antes también estabas distraído. ¿Qué ocurre? Habíamos dicho que nada de desconfianza. Eso también aplica a que nada de secretos. – habla mientras trabaja concentrada sobre la mínima herida.

― Estoy distraído en ti, debí haber sido un gran tipo en la otra vida para merecerte. - ella se sonroja mientras termina de envolver mi dedo con banditas sanitarias.

― No empieces. – dice en tono de regaño.

― Se que te encanta. -robo otro beso y con la mano libre la atraigo hasta mi cuerpo besando sus labios lenta y pausadamente, saboreo su labio inferior. Jalo un poco de él y luego doy paso a la danza erótica de nuestras lenguas que dejan al descubierto la necesidad que tenemos uno del otro. Aquí no hay confusión, es Elizabeth, es calor, pasión. Elizabeth es fuego, ella puede desatar y apaciguar todos mis infiernos.

― ¡Umm! – pone sus manos en mi pecho, alejando su rostro del mío un momento. – No, Jay puede despertar - Mis ojos se posan en mi diablillo y sonrío dejando un beso en su frente.

― Él ya está despierto.  -Jaydan suelta una carcajada desde el sofá con el rostro cubierto por sus manitas y yo rio con él, por el rostro rojo de vergüenza de Elizabeth.

― ¡ESTO ERA UNA TRAMPA! – dice mientras se aleja para correr hacia mi hijo y tumbarse a su lado para hacerle cosquillas. Yo niego divertidísimo al tiempo que me dispongo a terminar la cena de una vez.

Apasionado TormentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora