Capítulo 13- Idiota.

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Escrito por Kyla.

Capítulo 13 – Idiota. 

           Corríamos a toda velocidad entre el bosque. Lázaro se había ido y no sabíamos cómo, pero todo esto se había convertido en un desastre. El viejo me seguía a la par y creímos haber divisado un cuerpo detrás de un árbol, posiblemente era Lázaro. Nos acercamos rápidamente, pero intentando no advertir a los guardias que protegían la entrada, era la base de todo intentar que no nos descubrieran. Llegamos al lado de mi hermano. Era inevitable, tenía que poner los puntos sobre la mesa allí.

         –¿¡Eres idiota!? –Insinué– ¿¡Acaso tu cerebro no sirve para nada!?... ¿¡Te crees que no nos preocupamos por ti!? –Una lágrima cayó por mi mejilla.

         Lázaro se levantó, estaba tirado adelante de un árbol con una cara extraña. También advertí que había pelos de animal, mi olfato no falló.

         –¿¡Encima te has transformado!? ¿¡Cómo carajo...!? –Su sonrisa me detuvo. Lázaro me abrazó y yo no pude continuar.

         –Basta Corchea, ya está todo en su lugar. Tranquila por favor. –Me tranquilizó.

         –¿¡Te crees que no nos importas!? –Mis lágrimas brotaban sin parar de mi cara. Hacía un momento había recibido el peor dolor cuando el viejo planteó la idea de que podría ser el fin de Lázaro. –¡Eres lo único que tengo, Lazarus! –Me separé un poco y golpeé su pecho llorando. Estaba destrozada, esto me dolía mucho. La idea de quedar sola, sin Lázaro, me golpeaba lentamente.

         Mi hermano me miraba con una cara de ternura gigante. Yo no entendía como, pero había logrado escapar del peligro. El viejo nos miraba parado y también vigilaba que no nos vieran dentro del bosque.

         –Se lo que soy para ti, y tú sabes muy bien lo que eres para mí, Corchea. Estoy aquí, vivo. –Dejé un poco de llorar, el desahogo iba a matarme.

         –¿¡Cómo has logrado parar tu transformación!? –Le preguntó el viejo repentinamente. Su cara de impresión me intranquilizó nuevamente.

         –Creo que ya puedo controlarla. –Contestó mí hermano.

         –Ya veo... –La voz del viejo fue lo más parecido a una persona que no se creyó ni la primera parte de lo que le has dicho.

         –¿Podemos irnos ya? –Pregunté. No soportaba más la idea de estar allí.

         –Volvamos... Viejo, vamos. –Mi hermano ordenó.

         Volvimos por el mismo lado que, según Lázaro, había venido Garriguer. El camino se dirigía hacia otro sendero que ubicaba directamente hacia la puerta de Ciénaga. Llegamos rápido a casa y nos instalamos en las camas. El día había sido agitado. Lázaro me había puesto de los pelos y yo no me sentía bien como para seguir afrontando mucho todo esto, hoy. Mi hermano se acercó a mí en la cama, me dio la mano y me dijo que me tranquilizara, que todo estaría bien. Mi cara no le creyó, tampoco le creía. El viejo en cambio se recostó en la cama y se quedó callado leyendo uno de sus tantos libros.

         Pronto nos dormimos y nadie más habló. Mi hermano se quedó recostado conmigo un rato hasta que casi dormí, luego se acostó con el viejo como de costumbre hacía un tiempo. Hoy había sido uno de los peores días dentro de la ciudad, y espero que no haya uno peor, que éste, por fin, fuera el último.

Lazarus - El Coraje OlvidadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora