Capítulo 09- ¿Entrenar es salud?

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 Escrito por Kyla.

Capítulo 09 – ¿Entrenar es salud?

            Nos levantamos temprano, el entrenamiento comenzaba aquella tarde. Lázaro y yo dormimos en nuestra respectiva cama y Ruppert consiguió un poco de pasto de caballo robado del vecino para poder dormir y lo colocó en la otra punta de la sala. No me gustaba la idea de dormir en el cuarto con él pero en voz baja Lazarus prometió cuidarme y no pegar un ojo. Claramente cuando me levanté los ronquidos de los dos eran al unísono. Algo increíble. Los desperté, era mi mayor diversión.

            –Vamos druidas, levántense, ya les hice el desayuno.

            –¿Por qué siempre tan temprano, Corchea?

            –¿¡Qué sucede aquí!? ¿¡Dónde estoy!? –Preguntó Ruppert.

            –¿Eres un viejo senil ahora? –pregunté.

            –Oh, ya recuerdo, se siente hasta aquí el olor de tu boca, osa asquerosa. – Me respondió.

            –Hoy no comes, viejo. –contesté riendo.

            Cuando terminamos el desayuno salimos a la puerta, las primeras personas salían y disfrutaban del sol, seguimos a Ruppert y salimos por la puerta norte. Nos dijo que salía el sol más directo allí, eso nos iba a ayudar.

            –¡Buen día vecina Kyla!

            –Buen día Rogger, ¿Cómo andas?

            –Bien, gracias, espero que pase un día lindo, usted –Siempre tan amable, el vecino de frente… Cuando necesite sal para mis comidas lo tengo a él… También cuando robe de su pasto. Era un hombre buen mozo y fortachón. Tenía grandes músculos y una mirada sagaz, su pelo negro azabache corto lo hacía más clásico que a cualquier otro. Lo habíamos conocido apenas nos instalamos, nos dio una cálida bienvenida.

            Recorrimos la distancia hasta la salida, al traspasar la gran puerta de la ciudad, Ruppert nos dirigió al bosque, algo muy difícil de hacer ya que los matorrales lastimaban cuando pasabas. Era parte del entrenamiento según él. Pasaba entre las ramas como si nada, nada lo lastimaba, estaba tan curtido que no le interesaba pincharse con ninguna espina. En cambio yo y Lázaro reprochábamos, mi pelo se estaba llenando de malditas telas de araña que colgaban de los árboles más grandes.

            El piso empezó a encontrarse más despejado. El día soleado ya dejaba atrás la ciudad, los grandes muros de Ciénaga desaparecieron ante nuestros ojos y estábamos sucumbiendo en la oscuridad. Pronto entramos en una zona despejada… en un pequeño despejado del bosque, era hermoso. En el medio crecían algunas flores que muchos se habrán detenido a ver… Que digo, estábamos perdidos en el medio de un bosque donde nadie se anima a ingresar… Nadie debe haber llegado alguna vez a presenciar esto.

            –Lázaro, golpéame… –Apenas llegamos a la zona y descargamos nuestras bolsas con comida y demás utensilios Ruppert ordenó a Lázaro.

            –¿Por qué lo tendría que hacer? –Preguntó mi hermano.

            –Porque si no lo haces, lo haré yo. Decide. –Contestó el viejo.

            Para mi sorpresa mi hermano atacó al viejo, le lanzó el puño directo a su mejilla, el viejo sencillamente tomó el brazo de mi hermano y lo tiró hacia un costado, golpeó con su pierna en su pecho repetidas veces y lo revoleó al aire contra un costado. Mi hermano colapsó contra un árbol.

Lazarus - El Coraje OlvidadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora