Capítulo 10- El amor puede ser imposible, pero lo imposible es inexacto.

117 1 0
                                    

 Escrito por Lázaro.

Capítulo 10 – El amor puede ser imposible, pero lo imposible es inexacto.

            –Protege a tu hermana, ¿¡Me escuchas!?

            –Si padre, pero ¿¡Qué es lo que sucede!?

            –¡No importa, Lázaro! Sólo debes recordar que tu hermana y tú son muy importantes para mí. Debes protegerla tanto como ella a ti, ¿¡Lo recuerdas!?

            –Sí. Pero… ¿¡Qué está sucediendo!? ¿¡Qué son esas explosiones!?

            –El sonido es tu ruta, hijo mío. –Mi padre besó mi frente.

            Un ruido más cercano ahora, estalló cerca de la habitación de madera. En el hueco del costado se encontraba mi hermana mirándonos de cerca. Un abrazo culminó con todo. Mi padre me apuró a que ingrese en el hueco y nos vayamos.

            –Recuerda hijo, El sonido es tu ruta, Lázaro. ¡Corre!

             Me desperté sudado, el sueño era extraño, tan real. Mi padre hablándome sus últimas palabras antes de lo sucedido… Me había acostado luego de bañarme por la noche cuando terminó el tercer entrenamiento, el maldito viejo no me aseguró que pueda entrenar rápido y convertirme en lobo, quisiera lograrlo como mi hermana, pero qué más da, llegaré a ser mejor, solo me interesa en este mismo instante encontrar a Garriguer… Bueno, no puedo mentir, también quisiera poder…

            –¡Lazarus! ¿Ya estás despierto? –Estaba ensimismado en mis propios pensamientos, me había despertado pero no levantado de la cama, mi hermana hizo el resto, no pude ni terminar mi planteo.

            Me levanté de la cama, me puse mis calcetas y mi ropa y me senté en la mesa, el viejo estaba ya sonriente con su sopa entre medio, me había caído tan bien… ¿pero ahora por esto tendría que odiarlo? ¿Solo por no poder lograr lo que yo debería?

            –¿Qué me miras así maldito pulgoso? –Me inquirió.

            –Te miro lo que quiero, perro. –Respondí, aunque pareció una mala idea. Y pronto lo advertí.

            El viejo salió disparado de su silla, me empujó contra la pared tirándome de la mía, me estampó contra la misma y empezó a azotarme. Sus golpes ya no me molestaban, empecé a intentar mi transformación focalizándome pero… la ira me pudo más y me transformé por puro enojo, no sé qué sentía en ese mismo instante pero no lo soportaba, tenía que hacerlo rápido y eficaz, no me importaba los alrededores.

            Golpes por donde se quería ver, nos azotábamos con todas nuestras fuerzas e intentábamos prevalecer sobre el otro, encima, luchábamos contra nuestra misma fuerza, aunque la suya sea mucho mayor ya estaba demasiado molesto yo como para andar aguantando sus idioteces. El maldito viejo había logrado hacerme enojar. Mis mordiscos iban a diestro y siniestro y sus patas golpeaban contra mi cuerpo sin cesar. Era increíble como tanta fuerza no tirara abajo la casa.

            –¡Paren ya! ¡Encima que les hago de comer han destruido todo, malditos lobos de porquería, levanten sus cuerpos y tomen sus asientos, idiotas! –Gritó Kyla mientras demostraba el motivo desesperado de sacarme de encima al viejo.

            Ruppert se levantó y me dejó espacio, yo todavía tirando mis últimos tarascones, mi cabeza explotaba de dolor, ¿había sido muy rápido? o ¿tal vez él me había golpeado tan fuerte como para dejarme éste dolor?, no lo sabía, pero tendría que averiguarlo luego, no iba a quedarme un segundo más en esa casa con aquél viejo, no lo soportaba más.

Lazarus - El Coraje OlvidadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora