4. La mañana y la tarde

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Natalia

Me despierto temprano como es mi costumbre y voy directo a lavarme los dientes. Hoy domingo, día de descanso así que no haré mi rutina diaria. Me ducho, me visto con unos vaqueros azules, una camiseta de cuello en v y unos tenis cómodos.

Después de unos veinte minutos peinando mi cabello, al fin salgo del departamento. Son pasadas las siete de la mañana, pero como es domingo no hay muchas personas en la calle aún.

Tomo un taxi y le digo al conductor que me lleve alguna pescadería cercana. En el trayecto del camino el taxista comienza a buscar conversación y por supuesto saltan varios cumplidos sobre mi aspecto físico. Yo le respondo evasivamente y trato de ignorarlo. Esto es típico de taxistas, ven a una chica sola y enseguida intentan algo. Por eso me agradó el joven del otro día, hasta ahora es el único taxista que no ha intentado conquistarme.

En la pescadería compro lo que necesito, tomo otro taxi para regresar al departamento y la misma situación con el taxista.

Cuando por fin estoy de vuelta en el departamento, voy directo a la cocina. Me lavo las manos y también todos los ingredientes. Media hora después ya estoy en el último paso de preparación, es decir, agregando los camarones, y escucho pasos. Volteo y veo a Sam caminando hacia la barra. Tiene un pijama conformado por blusa y shorts que dejan apreciar partes de su cuerpo que con jeans o una blusa sin escote no se muestran.

— Buenos días. —saluda, sentándose en uno de los taburetes frente a la barra.

— Buenos días.

La veo un poco adormilada, pero me encanta como se ve con el cabello revuelto.

— ¿Estás bien? —pregunto al verla con pocos ánimos— Espero no haberte despertado con el ruido de la licuadora.

— No. Me duele un poco la cabeza. Tome un par de aspirinas y nada. Todo es culpa de Emma. Tomamos algunos cocteles ayer.

— ¿Tienes resaca?

— Sí, creo que sí. No estoy acostumbrada al licor.

— Pero anoche no parecías ebria.

— Bueno, no es que haya bebido tanto, pero de todos modos me pone mal. Necesito café.

— Tengo algo que talvez pueda ayudarte. Bueno, eso depende de si te gustan los mariscos o no.

— Sí, me gustan.

— Genial. Entonces espero que te guste una sopa de mariscos que estoy cocinando. Y con un poco de habanero será ideal para tu resaca. Te hará sudar y te sacará el alcohol del cuerpo.

— No soy mucho de comida picante.

— Sólo era una sugerencia.

— En la madrugada tenía mucha sed y tomé un poco de tu jugo de uva. Espero no te moleste.

— No, está bien. Seguro que te sentó bien para la sed. Además, yo tome tu olla prestada. —digo señalando la olla que se mantiene sobre el fuego— Ya estamos a mano.

— Sabes que puedes tomar todo lo que quieras.

— ¿Todo lo que yo quiera? —pregunto mirándola.

— Sí.

Podría tomarte a ti, pienso. ¡Maldición! No debo pensar eso. Ella es mi compañera heterosexual. No debe gustarme pues... ya sé como acabará eso.

Giro de nuevo hacia la parilla y me hago la tonta moviendo la sopa. Le doy una rápida mirada a Sam y ella mantiene sus ojos sobre mí. Se ve tan linda despeinada y esos ojos que tiene... vuelvo mi atención sobre la comida antes de seguir encontrándole virtudes a Sam y suspiro.

Compañeras de Departamento   [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora