Compañeras de Departamento [Editando]

13. Una tarde lluviosa

Samantha

Salgo de la clínica y enseguida tomo un taxi que me lleve al departamento, pero el conductor mantiene una entretenida charla por teléfono y eso me resulta un tanto molesto. Se supone que no debería estar al teléfono mientras conduce pues está poniendo en riesgo su vida y la mía.

Afortunadamente después de todos esos momentos de tensión cuando llegabamos a los semáforos en rojo y me preocupaba que se pasara el alto, por fin, se detiene frente a mi edificio. Le pago la cantidad correspondiente y salgo del vehículo rápido. Lo veo arrancar aún con el teléfono pegado a la oreja y camino hacia la puerta del edificio. Espero que no vaya a sufrir un accidente a causa de no acatar las normas reglamentarias de conductores.

Cuando entro al departamento, lo primero que hago es cambiarme a ropa más cómoda, así como lo hago cada vez que llego de la clínica, y como tengo una hora y media libre hasta que deba ir a reunirme con Lucía, me dedico a limpiar un poco la cocina. Cuando termino, paso al área de la sala de estar. Realmente no hay mucha suciedad, ya que no hay nadie aquí en casi todo el día y el departamento está cerrado, de manera que no se genera gran cantidad de polvo. Pero aún así me esmero en dejar el piso de azulejos claros lo más pulcramente posible.

Al terminar voy a mi habitación y veo la hora en mi teléfono. Son casi las cinco de la tarde, así que sin molestarme en buscar ropa, entro al baño y me doy una refrescante ducha. Andar en movimiento, aunque no fuera la gran cosa, me ha acalorado un poco. Me dejo relajar bajo el torrente de agua y al regresar a mi habitación envuelta en la toalla, antes de todo deslizo el cristal del gran ventanal para que entre un poco de aire y me dedico a cepillar mi cabello.

Una vez que mi cabello está listo, aún envuelta en la toalla busco qué ponerme y suspiro al ver toda la ropa que lavé ayer, aún revuelta dentro del closet. Me coloco ropa interior rápidamente, unos jeans azul claro y una blusa blanca con cuello halter. Sé que debo estar en la cafetería frente al parque a las seis en punto, pero aún tengo tiempo para esto. Tomo el montón de ropa limpia dentro del closet y lo arrojo sobre la cama para empezar a doblar las prendas. No me gusta ver el revoltijo de ropa dentro del closet. ¿Y si Natalia viera mi desorden, qué pensaría de mí? No sé ni de dónde ha salido esa pregunta.

Me doy prisa y termino lo antes posible, dejando todo perfectamente ordenado dentro del armario y como me resta algo de tiempo decido tomarlo para maquillarme un poco. Bastará con un poco de máscara para pestañas, rubor en mis mejillas y una suave capa de gloss para mis labios. Sentada sobre la cama, mientras me ocupo de mi embellecimiento, entra una llamada a mi teléfono. Enseguida estiro la mano y tomo el teléfono para atender, pero al ver que se trata de Alejandro decido ignorarlo.

El teléfono suena una vez más y luego otra y al cuarto intento, decido que es hora de responder o Alejandro continuará molestando. Además, también está mal de mi parte no atenderle una simple llamada.

— Hola. —respondo al teléfono.

— Samantha, ¿Por qué no contestabas? —me reclama de inmediato.

— Estoy ocupada, Alejandro.

— ¿Qué es lo que haces?

— Creí que había quedado claro que nos daríamos un tiempo. —digo evadiendo su pregunta.

— Eso no significa que no pueda llamarte para saber cómo estás. —argumenta.

— Un tiempo significa que vamos a dejar de actuar como novios durante ese periodo para saber qué es lo que realmente queremos. —explico.

— Yo sé lo que quiero, Samantha. Quiero estar contigo, casarnos, formar una familia y pasar el resto de nuestras vidas juntos.

Suspiro cansada de escuchar siempre las mismas palabras, repetidas una y otra vez, como si fueran una molesta grabación reproduciéndose continuamente por horas.