27. Gatita salvaje

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Andrea

Natalia, Cris y yo caminamos hacia la cafetería que está al otro lado de la calle, las tres vamos en un tranquilo silencio, lo cual es extraño tomando en cuenta la compañía. Pero al girar un poco la cabeza me percato de cuál es el motivo real. Cris lleva la boca ocupada mientras bebe el café de Starbucks que la insolente de Victoria dejó sobre el mostrador hace media hora atrás. Debo agradecer que al menos Cris no hizo tantas preguntas respecto al vaso de café. Mejor dicho, la única pregunta que hizo fue preguntar de quién era el café y al decirle que podía tomárselo si quería, ella no dudo ni un instante en adueñarse de la bebida, no sin antes hacer mención de que jamás en la vida había tenido oportunidad de tomar un Starbucks. Creo que si alguien tuviera la mala intención de envenenarla, bien podría lograrlo con mucha facilidad, pero justo ahora mi única preocupación es que su ingesta de cafeína puede alterar su naturaleza de por sí hiperactiva. Esperemos que no.

Este día traje como desayuno enchiladas verdes y Cris lleva dos sandwiches envueltos en una servilleta de papel. Natalia es quien aparentemente no trae comida, pero supongo que ella pedirá algún desayuno saludable en la cafetería. Finalmente cruzamos las puertas del animado local que es frecuentado principalmente por clientes del gimnasio, tal cual continuando en el cómodo silencio, y tomamos una de las mesas desocupadas ubicadas frente a uno de los enormes ventanales que ofrecen una vista panorámica de la calle y la fachada del gimnasio del otro lado. En segundos uno de los jóvenes meseros llega a la mesa que hemos elegido y, trayendo en las manos un lapicero y la típica libretita de las comandas, se dispone a anotar nuestros pedidos.

— Solo quiero un... Café cortado. —pide Natalia de inmediato.

— ¿Me compras un jugo, Nat? —enseguida sale la pediche— Es que ya se terminó el café. —eleva ligeramente el vaso presuntamente vacío— Y necesito algo fresco para bajarme los emparedados.

— Sí, está bien. —accede Natalia fácilmente— También un jugo de naranja. —indica al joven.

— ¿Por qué de naranja? —cuestiona Cris rápidamente, todavía disconforme después de que Natalia está dispuesta a invitarle la bebida.

— ¿Entonces de qué lo quieres? —le pregunto directamente, sintiéndome molesta por su actitud.

— No, de naranja está bien. —me responde doña sinvergüenza— Yo solo estaba bromeando. —responde sonriente y quitada de la pena.

— Y yo nada más quiero una botella de agua, por favor. —pido al joven, antes de dejar que mi molestia hacia el comportamiento de Cris se haga más visible.

— Enseguida traigo sus bebidas, señoritas. —responde el joven mesero, quien ya con los pedidos anotados se retira apresuradamente.

Desvío mi atención hacia Cris solo para ver que ella, sin perder tiempo ni esperar su bebida, desenvuelve sus dos sandwiches y le da una gran mordida a uno de ellos.

— ¿No comerás nada? —formula Cris la pregunta volteando hacia Natalia y estando con la boca totalmente ocupada después de haberle dado esa gran mordida al sándwich— ¿Sólo tomarás un café?

— Lo necesito. —responde Natalia con un tono ligeramente apagado.

— Aún no me has dicho la causa de tu desvelo. —me dirijo a Natalia mientras abro el tupper rectangular que contiene mi desayuno.

— Oye, Andi, ¿Qué tal un trueque? —propone Cris, mirando muy atentamente mis enchiladas verdes— ¿Si te doy la mitad de un emparedado, me regalas una de tus enchiladas?

— Te daré la enchilada, no es necesario que me des nada. —contesto rápido para que deje de molestar, de igual manera no tengo tanta hambre, pero al parecer ella sí.

Compañeras de Departamento   [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora