11. Una tarde agotadora

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Andrea

Ya son como las 6:30 p.m. y veo pasar a Katy muy sonriente con rumbo a la salida. Debería despedirla con amabilidad ya que ese es mi trabajo, pero solo levanto una ceja a modo de duda mientras la veo salir por la puerta y pienso en que espero que esa sonrisa no se deba a que Natalia haya accedido a salir con ella. Sé que eso no es asunto mío y que esa decisión sólo le corresponde a Natalia, pero no creo que Katy sea la chica correcta para una chica tan inocente como ella.

Katy en lugar de irse, se queda afuera de la puerta, como si esperara a alguien. Y sólo unos segundos después, el coche deportivo que Natalia y yo vimos anoche, se detiene en la orilla de la acera. Se abre la puerta del conductor y enseguida veo una cabellera casi color zanahoria emerger del otro lado del auto. ¿Acaso esa es...? ¡Victoria!

Ella rodea el auto hasta el lado del pasajero y le abre la puerta a Katy, quien casi ha corrido hacia ella. Míster acosadora sube al auto y después la descarada de Victoria cierra la puerta con cuidado y vuelve de nuevo al otro lado del vehículo. Veo su cabellera desaparecer al entrar al llamativo auto y solo dos segundos después este avanza hasta desaparecer de mi vista. ¡No lo puedo creer! Esa desvergonzada...

— Hola, Andrea. —saluda Marcela llegando del otro lado del mostrador.

— Hola. —digo desviando por fin mi mirada de la calle.

— ¿Todo marcha bien?

— Si... Sí.

— Bien. —dice ella con una sonrisa sutil— Coloqué un anuncio en el periódico y en un sitio web para la vacante de instructora de aerobics, así que probablemente empezaran a llegar candidatas para la entrevista de trabajo. Cuando sea así, quiero que te comuniques conmigo a la oficina y me lo hagas saber.

— Sí, por supuesto.

— Gracias. —dice con esa mezcla de formalidad y educación que la caracteriza y hace amago de retirarse, pero se detiene y regresa su mirada a mí— ¿De casualidad no has visto a Victoria? No la encuentro por ningún lado.

Claro que no la encuentra, porque ella va en su deportivo acompañada de una clienta del gimnasio. ¿Se supone que debo darle esa información? No, yo no voy a ser la responsable de esparcir ese chisme. Y tomando en cuenta que Marcela y Victoria son las dueñas, es seguro que yo sería la única que saldría afectada.

— Pues no. No la he visto. —respondo lo más convincente posible, tragándome las ganas de decir la verdad.

— Está bien, gracias. —dice Marcela con una sonrisa de decepción y da la vuelta para retirarse.

La veo entrar al área de ejercicios y desaparecer de mi vista, pero aún sigo pensando en la sinvergüenza de Victoria. ¿Cómo se atreve a faltar a una de las reglas del gimnasio, siendo ella una de las dueñas? Claro, debe ser porque para ella no existen los límites y además carece de valores éticos y morales.

Marcela
Camino en el área de máquinas con mi móvil en la mano, ignorando la mirada de los instructores. ¿Victoria, dónde estás?, me pregunto en mi mente. Decido hacerle otra llamada telefónica y de nuevo cae al buzón. No puedo creer que apenas sea el segundo día y ya se ausente. O quizás... Quizás está en alguna otra área del gimnasio, pienso con optimismo. Me resulta difícil creer que se encuentre dentro de las instalaciones del gimnasio, pero conociéndola tan bien como la conozco, no descarto la opción de que se encuentre en los vestidores coqueteando con alguna chica.

Camino raudamente hacia el pasillo principal donde se deriva otro que conduce a los vestidores y también a los sanitarios. Me aproximo a la puerta de los vestidores femeninos y antes de abrir ruego porque mis suposiciones no sean correctas y Victoria no esté aquí. Tomo la manija de la puerta y abro con cuidado. Al hacerlo sólo encuentro a una chica envuelta en una toalla. Ella en el acto levanta la vista hacia mí, sorprendiéndose.

Compañeras de Departamento   [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora