30. Una visita fortuita

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Natalia

Después de pasar casi toda la noche sin poder dormir, hoy me levanté sin ganas de nada. Esta vez no hice mis ejercicios, sólo me lavé los dientes y me duché con agua fría, al igual que todos los días. Me vestí, peiné mi cabello utilizando los productos para evitar que se esponje y después de aplicarme desodorante y perfume, salí del departamento. No me preparé ni café ni jugo, la preocupación por lo que pasará en el gimnasio no sólo me quitó el sueño sino también el apetito.

Sigo avanzando hacia el gimnasio sintiéndome muy cansada. Además de pensar en la pérdida de mi empleo, otra cuestión que no me dejó dormir fue el estar pensando en lo que siento por Sam. Los sentimientos que tengo por ella cada día son más fuertes y eso me inquieta mucho. Anoche también se anexó otro inconveniente y fue el hecho de que no quería manchar la almohada si empezaba a sangrar el corte de mi labio así que tuve que mantenerme alerta casi toda la noche. No sería agradable que después de que Sam cambiara la ropa de la cama, yo arruinara la funda de la almohada con una manchita de sangre. Y, por supuesto, también estuve demasiado preocupada pensando en los posibles escenarios que puedan presentarse hoy. Obviamente este golpe no pasará desapercibido para nadie y lo que es peor, temo que al llegar al que creí sería mi trabajo por mucho tiempo, me estén esperando para decirme que estoy despedida. Y no solo eso sino que quien sabe qué problemas nuevos me acarreará la inconciente de Victoria.

Llego al gimnasio un poco más temprano de lo normal, pero a pesar de eso, Andi ya está ahí. Avanzo hacia el mostrador, ella levanta su mirada hasta encontrarse con mi rostro y es inevitable que no se dé cuenta del golpe que tengo en el labio, el cual ahora está de un color morado. Quería maquillarlo, pero al final decidí que no tenía caso ocultarlo.

— ¿Qué te pasó? —pregunta con una expresión entre asustada y confusa.

— Ni te lo imaginas. —digo deteniéndome frente a ella— Victoria... Victoria y yo… peleamos anoche. Por eso no las esperé, no quería que nadie me viera así.

— Dios mío. —susurra con gran preocupación— ¿Pero cómo...? ¿Cómo pasó?

— Pues... anoche estaba por sacar mi bolso del casillero y... ella llegó de repente y me empujó. Peleamos sólo lo suficiente para teminar así y... al final me dijo un par de cosas.

Andi me contempla como si no pudiera creer lo que le estoy contando.

— Ella dijo que... —inicio, sin tener idea de cual será la reacción de Andi— Dijo que yo tenía algo que ella quiere. A ti.

— ¿¡Pero quién se cree!? —respinga Andi, claramente indignada.

— No sé lo que pase por su mente. —expreso, encogiéndome de hombros— Creo que Katy o tal vez Daniel o Iván... Alguno de ellos le dijo sobre nuestro supuesto noviazgo. Lo siento, Andi, espero que no te despidan a ti también porque yo seguro que ya lo estoy.

Andi baja la cabeza, hasta quedar con la mirada perdida en la superficie del mostrador, y entonces empieza a negar con decaimiento.

— Perdóname, Natalia. —dice, volviendo a mirarme con una notoria expresión afligida y mucha preocupación en sus ojos.

— No, Andi, es verdad que ambas tenemos un poco de culpa en esto, pero yo más. Fue por mí que inició todo.

— No, no lo entiendes. —habla, nuevamente negando con la cabeza y sin dejar de mostrar angustia— Yo fui quien le confirmó a Victoria nuestro supuesto noviazgo.

— ¿Qué? —pregunto sin entender.

— Sí... Ella llegó anoche exigiéndome saber si tú y yo éramos novias. No sé quién le dijo, pero en un momento de arrebato le respondí que sí. Le dije que sí era verdad que tú y yo somos novias. Me arrepentí al instante, pero… no había marcha atrás. Nunca imaginé que llegaría a estos extremos.

Compañeras de Departamento   [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora