El matrimonio Kim sufrió un catastrófico accidente automovilístico llevándose consigo la vida de SeokJin y JiSoo. Dejando huérfanos a los mellizos, DaeHyung y Saya.
El hermanastro de JiSoo, Min YoonGi, queda a cargo de sus dos pequeños sobrinos por...
Con un cuenco de comida entre sus piernas miraba aquel cuadro que el pálido de seguro había puesto cuando llegó. Se sentía muy estúpido.
Tomó su teléfono y observó la hora con resignación; 5:30 a.m. Era extremadamente obvio que YoonGi ya no volvería, pero de ser necesario esperaría ahí lo que quedaba de la madrugada.
Ni siquiera tenía apetito, se sirvió la comida un poco después de que Min saliera por la puerta y la mujer también. No le importó que ella se fuera, le importó la salida del pálido y en el estado que salió.
Sentía el fuerte peso de la culpa en su cuerpo, no entendía por qué, en realidad no había hecho nada malo. Cuando YoonGi no contestó, asumió que este en realidad lo evitaría como estuvo haciendo toda la semana y llamó a Sandara. También espero que fuera sólo una o dos horas, pero el encuentro se atrasó cuando su amigo no colaboraba con el asunto.
Sus ojos estaban traicionandolo, moría por dormir, pero aún tenía la esperanza de que YoonGi entrara por la puerta y que estuviera dispuesto a escucharlo. ¿Qué le diría?, ni él mismo lo sabe, pero sentía esas inexplicables ganas de estar con el peliazul, discutir por cosas sin sentido y follar.
Justo cuando cerró sus ojos, el sonido del teléfono lo sacó de su ensoñación. Sin mirar el identificador de llamadas, contestó, esperando que fuera YoonGi.
— ¿JeonGguk? Disculpe la hora, pero era necesario que lo llamara.
— ¿Quién habla?
— Soy la mamá de SunHee, Saya y Dae están aquí.
— Oh, sí, sí, dígame. — el sueño desapareció.
— DaeHyung está descompuesto, a mi parecer tiene fiebre, no quise darle nada para no arriesgarnos... Saya aún duerme pero él no.
— Mierda... estaré allí en un momento.
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Ni siquiera había tenido las fuerzas necesarias para dirigirse a la casa de JiMin, se sentía abatido emocionalmente. Él entendía perfectamente que JeonGguk estaba en todo su derecho de acostarse con quien se le diera la gana, pero le dolía y le aterraba la idea del por qué. Ya pasó esta situación y no quería volver a cometer los mismos errores.
Condujo media hora y aparcó en un parque, aseguró el auto y allí durmió.
No sabía si había estado tan sumido en sus pensamientos que nunca escuchó todas las llamadas perdidas del castaño y otras de Park. No las iba a devolver.
Se sobresaltó cuando el teléfono comenzó a sonar nuevamente, sin abrir sus ojos lo tomó y contestó.
— Por fin... — escuchó el tono aliviado del hombre. — ¿Dónde estás, Yoon?
— ¿Para qué llamas? ¿Terminaste de follar?
— Yoon...
— JeonGguk, en serio, no me llames, volveré cuando tenga ganas.