El matrimonio Kim sufrió un catastrófico accidente automovilístico llevándose consigo la vida de SeokJin y JiSoo. Dejando huérfanos a los mellizos, DaeHyung y Saya.
El hermanastro de JiSoo, Min YoonGi, queda a cargo de sus dos pequeños sobrinos por...
Hace tres días había recibido la llamada de su madre notificandole que realizaría una pequeña cena familiar para celebrar su reciente compromiso con Dong. JeonGguk se sentía felices por ellos, pero realmente no le agradaba la idea de ir a verle la cara a TaeHyung, sabía que ellos aún no confirmaban la relación frente a la familia por su separación con YoonGi pero pronto lo harían y lloverian las preguntas.
— Imagino que irás esta noche. — El menudo hombre no lo miraba, solo se dedicaba a ponerse la ropa interior.
— No me queda de otra, es mi madre. — Respondió simplemente.
— ¿Llevarás a HoSeok?
— ¿Llevarás a TaeHyung? — Elevó una de sus cejas, sin gracia.
— No es lo mismo, él iría aunque no fuera mi novio. — YoonGi lo miró suplicante.
JeonGguk obvió esa mirada, que ellos hubieran vuelto a follar no significaba que él no pudiera seguir haciendo su vida, de hecho, estaba conociendo a alguien más, era un lindo chico que le había presentado HoSeok, no era nada formal aún, pero tenía todos los aspectos de una futura relación seria.
— De cualquier manera, no importa. — Respondió poniéndose de pie. — Quiero ver cómo les dirán que están saliendo. Será una mierda divertida.
YoonGi miró su desnudez con total descaro, su pene permanecía semi-erecto, listo para follar nuevamente si era requerido.
— ¿Qué hora es? — Preguntó YoonGi, sin quitar la mirada de su cuerpo.
— Once y media. — Respondió sin más. — Tienes menos de una hora si es que quieres llegar a buscar a los niños temprano.
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Él realmente se veía tentando en llevar a HoSeok, no por causarle un mal trago a YoonGi, sino porque el castaño sería una gran compañía y lo distraería para que no centrara toda su atención en la pareja que tanto detestaba, pero también estaba muy seguro de que su madre pensaría que él ya se encontraba con otra persona y le daría un sermón de pies a cabeza.
También estaba seguro de que ella y Dong dirían pequeños comentarios dando a entender que querían que volvieran, eso no pasaría. Tal vez en otra vida.
Acomodando su camisa dentro del pantalón salió del departamento, llevaba dos chocolates que los niños pidieron la última vez que los vio y como un buen padre consentidor, se los llevaría.
Una vez en el auto, abrió la guantera para guardar los dulces y vio la pequeña caja que tendría que haberse deshecho de ella desde hace mucho tiempo. No la tocó desde que se enteró, era como si tenerla en sus manos quemara, por el mismo motivo ni siquiera miró a los anillos de nuevo.
Ni siquiera sabía si los podía vender, tenían sus nombres grabados.
Cerrando de golpe aquel compartimiento, se decidió a preguntarle a su hermano más tarde qué hacer con ellos.
