•Nɪᴇᴠᴀ Eɴ Cᴀsᴀ•

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Tras horas y horas de haber estado hablando sobre nosotros, el tema del divorcio, lo que tiene pensado para que Jill quiera firmarlo cuanto antes y dejarlo libre, cómo voy en las dos únicas asignaturas que no me da él, las cuales se me hacen muy cuesta arriba, pero aun así las apruebo con una nota más o menos buena, un bien alto, nuestros estómagos rugen de hambre y la poca luz que hay en el gran salón llama mi atención.

— ¿Qué hora es? — Digo confusa ojeando la oscura habitación.

— Las ocho y cuarto. — Esconde de nuevo el reloj bajo la manga en su muñeca derecha. — Se me ha pasado el tiempo volando. — Asiento y enredo nuestros dedos.

— ¿Volando? ¡Es de noche! — Sigo flipando.

Se ríe con ternura y me besa con delicadeza.

— En mi vida he pasado una tarde como esta con Jill. — Bosteza somnoliento. — Ni como esta ni cómo ninguna, no había tardes. — Un momento...

¿Está revelándome cosas acerca de su relación con Jill?

Nunca, nunca pero nunca de los jamases me había contado nada.

Absolutamente nada.

Lo único que sabía es que no estaba enamorado de ella y que cada uno hacía su vida por separado.

Ya está todo.

— Tendrás todas las tardes que quieras cómo esta. — Sonríe y sus labios rozan los míos al reírse. — Mentira, mejores que esta. — Pongo la mano en su mejilla.

Da un suave beso a la comisura de mi boca.

— Cariño, hoy vamos hacer nosotros la cena desde cero. — Levanta su gran cuerpo del sofá y no puedo evitar mirarlo de arriba abajo mordiéndome los labios.

— ¿Qué se te ha ocurrido, Hugo? — Me levanta cogiéndome por las manos.

— ¿Sabes hacer masa de pizza? — Inclino la cabeza hacia delante con cara de póker. — Eso es que no. — Ríe. — Pobre cocina. — Junta las manos en una mueca y lo abrazo.

— A parte de harina y agua, ¿qué más se necesita? — Digo por lo bajo.

Sé qué más necesita, mi madre es una cocinitas y siempre me llama para preparar las comidas juntas, pero quiero sacarle conversación a Hugo, quiero dejar que me adentre más en su mundo, y eso implica que me muestre cómo hace él las cosas.

Se adentra en la cocina y lo sigo de cerca.

— Sal y... — Eleva el dedo índice girándose hacia mí. — Aceite de oliva virgen extra.

— Qué lástima qué no pierda aceite. — Me digo a mi misma desviando la mirada y las carcajadas de Hugo me envuelven en un cálido abrazo.

Me echa una mirada que eriza hasta el mínimo vello de mi cuerpo y froto la mano contra mi brazo.

— No me tires de la lengua. — Alarga cada palabra.

Saca un bol verde de la parte de arriba de la despensa, lo deja en el banco y vuelve a la despensa para sacar un paquete de harina y el aceite; sonríe mirando el bote y niega con la cabeza antes de mirarme.

Ha entendido lo de virgen extra.

Le devuelvo la sonrisa y me dirijo al fregadero acercándome disimuladamente a él para darle un cachete en el culo; en lugar de pegarle, decido en el último momento aferrarme a él como si mi vida fuera en ello.

Se sobresalta y me aparta la mano gimiendo.

Le sonrío con malicia poniéndome de espaldas a él, abro el grifo muy poco a poco y pongo mis manos bajo el agua fría. El torso de Hugo choca contra mi espalda y mi estómago contra el mármol, sofoco un grito de sorpresa fingido y pasa sus manos por mis antebrazos hasta llegar a mis manos, dónde el agua ya caliente las moja.

Amando A Hugo © [Profesor vol. 1] |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora