•Uɴ Aʟᴍᴀ Rᴏᴛᴀ•

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Hugo termina de aclararme el pelo y paso las manos por él para quitar el exceso de agua acumulado en él.

— Acabo de encontrar un peluquero particular. — Froto mis labios.

— Cuando quieras. — Coge el cabello y deshace los nudos con los dedos. — Me gusta que lo tengas tan largo. — Ahora los pasa a modo de peine.

— Qué lástima. — Finjo tristeza.

— ¿Cómo qué, qué lástima? ¿Qué lástima por qué? — Se apresura a decir, aparta el pelo a un lado y echa su cuerpo hacia adelante para mirarme.

Me trago la risa, cojo aire y sigo con mi pequeña broma.

— Iba a darte una sorpresa, pero ya que has sacado tú el tema, te lo digo. — Me encojo de hombros indiferente.

— ¿Qué sorpresa? — Me giro mirándolo con los ojos entornados.

— Cómo han cambiado los papeles, ¿verdad? — Abre y cierra la boca, como si quisiera decir algo pero cambia de opinión en el último momento.

— ¿No te irías a cortar el pelo? — Pregunta sin rodeos.

Levanto la cabeza.

— Por encima de los hombros, así se quedaría mí rubio natural, no el teñido, que ya tengo ganas de que desaparezca. — Abre la boca ofendido.

— No te cortes el pelo. — Qué indignado está.

Me río de él.

— La decisión ya está tomada. — Sigo pinchándolo.

— Adelante. — Se recuesta de nuevo en la bañera. — Córtate el pelo. — Tuerce los labios y pone dos de sus dedos sobre ellos.

Lo dice con un tono tan serio qué no sé si lo dice por joderme o en serio. Se ha apartado de mí y cubierto su rostro, mirándome cómo si le diera igual que me corte el pelo cómo que no.

O tal vez sí.

Jill lleva el pelo corto, justo cómo le he dicho yo que me lo voy a cortar y de un color rubio platino tirando a oxigenado. Se me revuelve el estómago, me dan náuseas y sacudo la cabeza varias veces esfumando esas imágenes en las que me convierto en su mujer de mi mente.

— O puede que me lo tiña de negro. — Alejo mi aspecto todo lo posible de esa persona.

Arquea una ceja.

— Un cambio de look siempre es bueno. — Extiende sus brazos por lo largo de la bañera. — O no, ya depende de lo que te hagas. — Se ríe para él mismo.

— No voy a cortarme el pelo, ni voy a hacerme nada en él. — Digo en un hilo de voz, flipando con su comportamiento.

Quita el tapón que retenía el agua.

— Qué inocente eres. — Me abraza por detrás y besa mi mejilla dejando sus labios pegados en ella un buen rato mientras yo me centro en la blanca cerámica en la que estamos metidos.

Su comentario me cabrea, me ha cabreado muchísimo, y no quiero que me toque, quiero que se aparte de mí y deje de abrazarme y que se vaya con alguien menos inocente, cómo su mujer, por ejemplo, de modo que aparto sus no inocentes manos de mí con mala intención.

Vuelve a reposar sus manos encima de mí, tocando mí emborronada piel, y no sé por qué lo dejo hacerlo. Funde sus labios por mí espalda dejando un largo y húmedo rastro de besos hasta que llega a mí nuca.

— No sabes lo orgulloso que me siento de que me permitas ser el que te la quite. — Giro la cabeza y mi nariz choca contra la suya.

Sus labios se apoderan de los míos con un sosiego y un cariño abrumador. Sonrío a la mínima vez que nuestros labios se separan, cómo él, y siento sus manos acoplarse en mis pechos, sujetándolos con sumo cuidado.

Amando A Hugo © [Profesor vol. 1] |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora