•Sɪɴ Rᴇᴍᴏʀᴅɪᴍɪᴇɴᴛᴏs•

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Está bien, lo admito: mi corazón está hecho un lío.

Está hecho una maraña de nervios y sentimientos confusos.

El vídeo que Jill le mandó al decano Palmer de Hugo y mío haciendo el amor en su casa, la ruptura tan repentina con Hugo después de aquello, que para ser sincera conmigo misma, creía que nos iba a reforzar cómo pareja.

Volví a equivocarme, cómo en la mayor parte de nuestra relación, estaba equivocada.

Luego... Pablo.

El beso con Pablo.

Los besos con él.

En un principio me sentí mal, me sentí como si estuviera engañando a Hugo de alguna tonta manera, después, en el segundo beso, y estando en su habitación y rozó mis pechos, deseaba que siguiera por ese camino, pero yo misma le corté el paso diciéndole que todavía tenía a Hugo muy presente.

Claramente, me engañé.

Pero me demostró la clase de persona que era: estuvimos charlando, diciendo tonterías y riéndonos.

No me acordé casi de Hugo, y es justo lo que necesito.

Pongo en play la película de Dioses De Egipto, una película en la que me puedo disfrutar a Gerard Butler «Set», con esa diminuta ropa que lleva que apenas cubre su cuerpo.

Dios... cómo me gusta.

La canción de Payphone empieza a sonar en mí teléfono, situado al lado del portátil encima del escritorio, lo que significa que Pablo está al caer del trabajo.

Cierro el portátil sin apagarlo, sin haber cerrado antes la película, sin apagar la alarma.

Me permito mirarme en el espejo unos cuántos segundos antes de bajar la escalera y emprender el camino hacia la casa de Pablo. El pelo bien alisado, el maquillaje en su sitio: el eyeliner bien marcado con discreción y el brillo de labios recién puesto.

Decido ponerme un poco más antes de ir abajo.

Mamá, estoy con Pablo, no llames, no molestes.

Subrayo ambas palabras varias veces para cuando llegue de hacer la compra, que sepa que no debe llamarme, mucho menos insistir en ello si ve que no le cojo el teléfono; la última vez me fastidió.

Al llegar a la esquina de su casa, me escondo detrás de la fachada, justo a la derecha, detrás de la valla del vecino, dónde no me puede ver, y espero a su pronta llegada.

Un leve sonido, un tan sólo leve sonido le vale a mi corazón para que se aceleren los latidos, para que mis pupilas se dilaten observando a Pablo aparcando al otro lado de la calle, y aun estando tan cerca, me parece que está a kilómetros de mí.

No me espera, no sabe que he venido hasta aquí, seguramente entrará a casa, se cambiará de ropa y me mandará un mensaje diciéndome que está aburrido para que vaya con él, tal y cómo hemos estado haciendo estos últimos cinco días.

No sé muy bien qué somos en este punto, pero disfruto a lo máximo lo que quiera que tengamos.

Me siento bien, y me río un montón, no hay problemas, no hay que esconderse, no hay nada por lo que preocuparse.

Eclipsa totalmente el manojo de nervios y espantosos pensamientos que estoy hecha en casa.

— ¡Pablo! — Grito tirándome sobre su espalda.

Envuelvo su cadera con las piernas y su torso con los brazos, chilla lanzando las llaves de casa al aire, y me río a carcajadas al ver su reacción. Pego mi mejilla a la suya, me mira cogiéndose al pecho, agarrándome los brazos y bufa.

Amando A Hugo © [Profesor vol. 1] |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora