•Tᴇ Mᴇɴᴛɪsᴛᴇ A Tɪ Mɪsᴍᴏ•

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Caemos redondos en la cama a las doce menos veinte de la noche.

Sin embargo, yo después de haber dado un centenar de cabezadas y otro centenar más de vueltas rodando por la cama, me es imposible dormirme del todo, mucho menos teniendo a Hugo al lado, y después de haberme quedado con las ganas de haberle bajado el pantalón y haber hecho lo que tendría que haber hecho.

Me siento inquieta, irritada, cómo si la cama estuviera echa de agujas, cómo si la almohada me susurrara cosas para que no pueda dormir y tengo el corazón a rebosar de energía, al igual que sí me hubiera tomado seis tazas de café.

No puedo dormir, y ya no sólo no puedo dormir; no quiero dormir, quiero aprovechar hasta el último segundo con él aunque esté dormido.... Tampoco es que vaya a despertarlo y que pase la noche en vela conmigo.

Voy a dejar que descanse y yo trataré de dormir dejando la mente en blanto.

Pero...

De nuevo, mi parte racional empieza a comerme la cabeza con frases de lo más innecesarias.

¿A qué hora se me pasó por la cabeza enamorarme de un hombre casado?

¿Y siendo mi profesor?

¿A quién se le ocurre?

¿Por qué no hice nada para controlar mis sentimientos?

No tuve ocasión de hacerlo.

Hugo caló tan rápido en mí como los rayos del sol en la tierra.

Las dos primeras semanas de universidad no había profesor para su asignatura, y el rumor de que venía un profesor nuevo cada vez cogía más fuerza, hasta que por fin llegó él. Era nuevo en la universidad y por lo general no suelen haber profesores tan jóvenes, son mayores, con gafas y pelo blanco, y él resultó ser lo contrario: joven, con pelo castaño, ojos verdes y metro noventa.

Por eso todas las chicas de mi clase babeaban con él, todas excepto yo; era demasiado tímida cómo para comportarme de ese modo: por eso fue él quien se acercó a mí. No me conocía en absoluto, dudo que incluso supiera mi nombre, pero aun así terminó por enamorarse de mí, y aunque a día de hoy sigo siendo, no tan tímida como al principio de nuestra relación, sí demasiado para el tiempo que llevamos juntos.

Sigo sin comprender por qué llamé su atención, no entra en mi cabeza por mucho que lo intente, pero me da igual, lo quiero y él me quiere.

Entonces mi cerebro me lleva directa a dónde parece ser que era el núcleo de mí insomnio: Hugo ha pasado de ser un desconocido, a tener en mano el papel de divorcio de su mujer para ser mí pareja, para, según lo que hemos estado hablando esta tarde, hacer las cosas bien y ser una pareja normal.

— Cielo, ¿qué haces despierta? — Me sorprende la voz de Hugo en la oscuridad y doy un brinco.

Una grandísima parte de mí, la parte egoísta concretamente, se alegra de que se haya despertado, y por otro lado, mi parte bondadosa se entristece por haberlo despertado, si es que lo he despertado yo.

— No puedo dormir. — «No puedo mantener callado a mí cerebro parlanchín y el tema de conversación eres tú.»

Tal vez también sean los nervios de estar en la casa, comer en una mesa, bañarme en la bañera, dormir en la cama y hacer cosas con un hombre casado sin ser su mujer.

Tengo miedo de que aparezca en cualquier momento. Tengo miedo de que lo del viaje sea una trampa para pillar la aventura de su marido.

Hugo examina mi cara con mucho esmero, me contempla con tal intensidad que siento que soy una especie de tesoro o gotas de lluvia acumuladas en el desierto más caluroso para el hombre más sediento del mundo formando un precioso oasis.

Amando A Hugo © [Profesor vol. 1] |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora