•Nᴜᴇᴠᴏ Aᴍᴀɴᴇᴄᴇʀ•

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Me despiertan los leves ronquidos de los motores de los coches al pasar por enfrente de la casa, ayer también me despertaron leves ronquidos, pero procedían del hombre que tengo tumbado junto a mí.

Miro la hora en el reloj que tiene Pablo en su mesilla, parpadeo y entorno los ojos enfocando los borrosos números en él, y puedo apreciar que son las nuevo y cuarto de la mañana.

Hay que ver, con lo dormilona que yo era, y lo ligero que tengo ahora el sueño.

— Pablo... — Me giro hacía él, la cálida luz del sol entra por la ventana reposando sobre su rostro, parece un ángel.

Está dormido de lado, le acaricio la línea de la mandíbula y no se mueve.

Está dormido como un tronco y mis sentimientos se amontonan entre ellos al verlo ahí tendido; me encanta tenerle así a mí lado.

Tiene los labios ligeramente hacia fuera, lo que me provocan ganas de morderlos hasta quedarme con ellos, o despertarlo con suaves besos.

— Cariño... — Le acaricio los labios.

Sigue sin mover un músculo.

Le coloco el pelo detrás de la oreja y le doy un beso en la frente, haciendo que mueva los ojos.

— Pablo. — Le digo susurrando mientras continúo acariciando el pelo.

Hace un sonido con la boca pero no dice nada; demasiado esfuerzo anoche.

Me río y empieza a moverse.

Nada.

Sigue durmiendo.

— Dormilón. — Le doy un beso en la frente.

Mis ojos van a su mesilla, con una tarjeta encima de ésta y su teléfono al lado.

Mi cuerpo empieza a tensarse, mi cerebro a colapsarse, y yo a marearme: mis demonios cotillas tienen una pelea terrible con mis ángeles racionales.

Y una porra.

Cojo el documento en la mano, y veo qué es el DNI de Pablo.

Anoche estuvo comprándose algo por Amazon, y murmuraba algo por lo bajo, supongo que debería ser esto, el DNI.

Leo su nombre, y, no sé si Lawrence, es otro de sus nombres, o su apellido.

— Paul Adam-Dave Lawrence. — Digo nombre a nombre, confusa, pensativa.

Otra cosa llama mi atención.

Ni rastro de Pablo.

— Tenías que cogerlo. — Me sobresalto, el carné de identidad sale disparado y cae sobre su pecho.

— ¿Eres una especie de marqués? — Me río cogiendo de nuevo el documento.

— No. — Dice somnoliento, con media sonrisita en la boca.

— ¿Cómo se supone que debo llamarte? — Frota sus ojos, pone morritos y le doy un beso.

Sonríe humedeciendo sus labios.

— ¿Paul Adam-Dave? ¿Paul? ¿Adam-Dave? — Se ríe.

— Pablo. — Dice. — Solo Pablo.

— ¿Es un apodo? — Niega con la cabeza. — ¿Por qué te haces llamar así? — No lo comprendo.

— Cuando me vine aquí, mi padre acababa de fallecer. — Se me hiela la sangre.

Dios mío...

— Él era el único que me llamaba Paul, así que cuando empecé a trabajar repartiendo el periódico, y como mi jefe, mexicano, me llamaba Pablo, decidí guardarme el nombre sólo para mí padre. — Enredo nuestras manos. — Empecé a ser Pablo, me resultaba menos doloroso.

Amando A Hugo © [Profesor vol. 1] |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora