•Mᴇɴsᴀᴊᴇs Sᴜʙʟɪᴍɪɴᴀʟᴇs•

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El tono de llamada de Pablo perfora mis tímpanos.

Doy un brinco abriendo los ojos, viendo todo borroso a mí alrededor, excepto la luz que amena del aparato telefónico al otro extremo de la cama.

— ¿Quién es? — La voz de Pablo resuena a lo fondo, seguido de unos pasos alejándose por las escaleras. — Dormir. — Interrumpe con un somnoliento bostezo, algo que me devuelve a la cama, y cierro los ojos tratando de volver a dormirme. — ¿Ahora? — Chilla y termino por despertarme del todo.

— ¿Pablo? — Abro los ojos, viendo borroso, puede que por la escasa luz en la habitación, o no haber descansado bien.

Froto mis ojos, empeorando mi visión, vuelvo a frotarlos y miro la ventana, aun borrosa. Miro la puerta y poco a poco recobro la vista, observando a Pablo entrar por ella, con un aire entristecido.

— ¿A qué viene esa cara? — Frunce el ceño mirando la pantalla del móvil.

— Todavía no ha llegado un camión importante. — Deja escapar un largo suspiro.

— ¿Otro? — Me quejo yo, y es él quién se tiene que ir a trabajar a las, no sé ni qué hora es, incluso tengo el estómago revuelto del madrugón que me he dado.

Cojo mi teléfono.

Las cinco de la mañana.

Las cinco.

No las seis, no, cuando suele levantarse para irse, las cinco.

— Otro. — Ahora sí he notado la angustia en su voz.

Va al armario, haciendo chirriar las bisagras al abrir la puerta y la maldice por lo bajo. Rebusca entre las camisas una que le acople, y no sé cómo puede distinguir cuál es cuál, toda su ropa es negra, negra, y más negra, su fondo de armario parece sacado de la familia Addams.

— ¿Es preciso que vayas tú? — Bostezo.

Cuando abro los ojos, veo la cara de Pablo enfrente de la mía, sonríe ligeramente y me da un beso.

— Sí. — Dejo caer mi cuerpo sobre su torso, me abraza, y restriego mi cara por su hombro, abrazándolo.

Se ha cambiado de ropa, está listo para irse, y lo único que he hecho yo ha sido bostezar en vez de preguntarle si necesita que lo ayude en algo.

— No... — Lloriqueo. — Quédate un ratito más conmigo. — Raspo sus costillas con las uñas y sonríe pegándose a mí.

Busco un bulto en su pantalón, jugando con mi lengua por su oreja, haciendo que se acueste sobre mi jadeando por lo bajo.

— Hoy no me toca trabajar. — Mira la pantalla de bloqueo de su teléfono, lo apaga, deja el móvil y las llaves a un lado y me da toda su atención. — Iré y pondré a Jamie de encargado, es el que siempre arregla mis cagadas. — Lo envuelvo con las piernas, riéndome. — Maria, tardaré media hora en volver. — Jadea en el momento en el qué encuentro su erección con la cadera.

— Media hora no es todo el día. — Agarro su mejilla.

— Voy a llegar tarde. — Dice con suavidad, interrumpiendo el beso y levantándose de la cama; mi intento de que se quedara cinco minutos más conmigo.

— Te acompaño abajo.

Sin dejarlo llegar al paño de la puerta, agarro su mano, la coloco en mi cintura y lo abrazo a mí con todas mis fuerzas.

— Volveré pronto. — Sostiene mis manos. — Me vas a tener todo el día para ti sola, te vas a cansar de mí. — Niego y vuelvo a abrazarlo.

— No creo que llegue a cansarme de ti, Pablo. — Siento cómo mis mejillas se encienden al ver la cara con la que me está mirando.

Amando A Hugo © [Profesor vol. 1] |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora