•Cᴏɴᴅᴇɴᴀᴅᴀ Aʟ Fʀᴀᴄᴀsᴏ•

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Desde que le he dicho a Hugo lo que yo creo conveniente para ganarse a su mujer, la palidez en su rostro me preocupa y el que no haya parpadeado ni respirado también.

— ¿Hugo? — Le doy pequeñas palmadas en la mejilla tratando de que vuelva en sí.

Coge una gran y sonora bocanada de aire espeluznante y frunce el ceño negando, confundido.

— Pero... — Niega de nuevo. — Lo que quieres que haga con Jill, es lo que quiero hacer contigo. — Dice perplejo. — Me estás pidiendo que vaya a los brazos de Jill. — Está flipando en colores.

— No. — Niego rotundamente. — Te estoy pidiendo que lo finjas, no que lo sientas. — Lo advierto con el dedo. — No es lo mismo una cosa que la otra. — Coge mis muñecas.

— El amor, no se puede fingir. — Pongo los ojos en blanco.

— Sí se puede fingir. — Me libero de sus grandes manos. — Tú llevas haciéndolo durante años. — Se echa el pelo atrás.

— No yo. — Habla a través de los dedos que cubren su rostro. — Se convirtió en rutina, cada uno iba por su lado y lo llamábamos amor, en realidad de ninguna manera, nunca hablamos sobre el tema, pero lo suponíamos. — Sus ojos desprenden un aura indecisa, perdida. — No era el mismo tipo de amor que el tuyo, que el que siento por ti. — Entrelaza sus manos encima del pecho.

— Entonces imagínate que soy yo con quién estás. — Tiene que hacerlo.

— No, Maria, no pienso hacer eso nunca. — Ahora soy yo quién coge sus muñecas.

— Tienes que hacerlo. — Niega de una forma tan débil, que apenas he conseguido verlo. — Sí, cariño. — Beso sus manos. — Imagínate hablando con ella nuestras conversaciones. — No puedo creerme que vaya a decirle mi absurdo y retorcido plan.

Sobre todo porque lo estoy lanzando de nuevo a algo que lo dañó durante tiempo.

— Abrázala sin tener que mirarla a los ojos, o mantenlos cerrados cuando lo hagas, pensando que soy yo. — Mira la pared detrás de mí.

— ¿Cómo pretendes que haga lo que me pides? — Humedece sus labios.

Me bajo de su regazo sentándome en mí lado de la cama, con las piernas flexionadas, la mirada perdida y mi corazón luchando por no romperse.

He vuelto a sentir el horrible vacío que me causa no tenerlo cerca, y aunque esté tendido a menos de medio metro de mí, lo encuentro demasiado lejos.

— ¿Ahora entiendes porque no quería estar contigo? — Asiento escondiendo la cabeza en el hueco formado por mis brazos.

— Lo entendía desde el principio, Hugo. — Lo miro. — Esto sólo... — Hago una mueca encogiéndome de hombros. — Esto sólo son pruebas. — Me río por no llorar.

— Yo creo que lo estás viendo ahora que lo estás viviendo. — Se yergue, viene a gatas a mí lado, se sienta y me pone de espaldas a él, rodeándome con sus brazos. — Te advertí un montón de veces que ocurriría y que tendrías que aguantarlo, pero cómo mí niña no es cabezota. — Me río y le pego despacio en las manos.

— Vivirás con ella.

— No voy a volver a vivir con ella. — Dejo caer mi cabeza en su hombro y me da un beso en la frente.

— Hugo... — Lo aviso. — Si no lo haces, no se va a tragar nada de lo que hagas, y ahí será cuando sí habré sufrido para nada. — Una alarma dentro de mí se enciende indicándome que me estoy empezando a enfadar con él.

— Se lo tragará, soy muy buen actor. — Este hombre es tonto. — Iré a mí casa unas cuantas horas al día, blah, blah, y luego me iré. — Cojo aire hasta llenar mis pulmones.

Amando A Hugo © [Profesor vol. 1] |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora