•Dᴇsᴛʀᴜɪᴅᴀ Sɪɴ Cᴏᴍᴘᴀsɪóɴ•

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Mando un mensaje a Hugo antes de que escuche llamar el timbre y mi madre empeore las cosas, si es que se pueden empeorar más.

No llames al timbre, envíame un WhatsApp y yo te abriré.

Me deja en visto.

Lo más probable es que venga ya de camino y tenga el móvil colgado del imán incrustado en las barras de la calificación. Seguro que ha leído mí mensaje.

Doy gracias por qué su coche no haga ninguna clase de sonido, y retiro las maldiciones que le eché el otro día.

Miro por la ventana de al lado de la puerta, esperando a qué su coche aparezca por la vuelta de la esquina o ya verlo ya aparcando y a Hugo venir hacia aquí, pero no hay rastro de él por ninguna parte.

— Maria, ¿qué haces ahí? — Pego un salto y cierro la ventana de golpe.

El corazón se me va a salir por la boca si sigue mirándome así.

Un WhatsApp entra a mí móvil.

Miro el teléfono haciendo caso omiso a mí madre y leo el mensaje de Hugo.

No puedo ir.

— ¿Qué? — Le grito a la pantalla.

No puedo ir.

No.

Puedo.

Ir.

No puedo creerlo.

Sí me había dicho que iba a venir.

¿Cómo qué no puedes venir?

Hugo, te necesito más que nunca.

Si no vienes y arreglamos esto, esta tarde no podré ir a clase.

Mi madre no me deja salir de casa.

Y me cambiará de universidad, no volveremos a vernos el pelo.

No soy capaz de describir ni de sentir otra cosa que no sea la gran soledad que vaga por todo mi cuerpo.

Maria, ahora no. Déjame en paz.

Sin decir nada más. Maria, ahora no. Déjame en paz.

Elevo el brazo con rapidez, gruño y tiro el teléfono contra el suelo con toda la ira que me corroe por dentro.

— ¡Maria! — Grita mi madre asustada.

Al llegar a la puerta de mi habitación, trato de abrirla girando el pomo, pero el maldito se niega a colaborar conmigo, de modo que empiezo a darle fuertes patadas a la dura madera.

— ¡Hijo de puta! — Gruño entre dientes, doy puñetazos a moco tendido en medio de la puerta y ésta termina por abrirse.

Entro en la habitación y mis pies chocan adentrando un objeto redondo a la habitación, conmigo.

El pomo.

Lo cojo y lo tiro escalera abajo gritando.

Cierro de un portazo y coloco de malas formas la silla del escritorio contra la puerta, no sé para qué, no va a servir de nada, el pomo está en el piso de abajo.

Déjame en paz.

Déjame en paz.

Déjame en paz.

Las palabras de Hugo se repiten una y otra vez en mi cabeza.

Y las de mí madre también: Si se lo ha hecho a su pobre mujer, ¿quién te dice que no te lo hará a ti? Tú eres la próxima.

Amando A Hugo © [Profesor vol. 1] |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora