•Láɢʀɪᴍᴀ A Láɢʀɪᴍᴀ•

46 17 0
                                    

Mi estómago revuelto me despierta entre unas molestas náuseas y arcadas. Me levanto con suma torpeza de la cama, mis pies tropiezan entre sí y me caigo al colchón sin saber qué ha pasado, mirando fijamente a la figura humana que tengo enfrente.

— Año. — Trato de decir, pero mi lengua se traba. — Vame, año. — Señalo el baño.

— Te has tomado demasiados somníferos. — Parece ser la voz de mí madre, mi cerebro es incapaz de ubicarse ni reconocer nada que no sea el malestar que tengo.

Me coge por debajo de las axilas, levantándome con cuidado para no marearme más de la cuenta, y poco a poco, pasito a pasito, vamos hasta el baño, dónde me sienta en el taburete de plástico de la ducha y moja sus manos empapando mi rostro con agua helada, espabilándome en el acto. Dejo escapar el aire entre mis dientes, aparto por las muñecas las manos gélidas de mí madre y me miro en el espejo: juraría ver a dos Marias en él.

— Cámbiame de universidad. — Lo primero que suelto con coherencia. — Por favor. — Le ruego.

Asiente.

— Es lo mejor. — Humedece mi pelo.

Ahora tendré que lavármelo o ir por ahí en coleta.

Yo te lavo el pelo.

Sacudo la cabeza quitándome las falsas palabras de Hugo de ella.

No quiero pensar en él, quiero hacer cómo si no existiera, aunque sea un mínimo de tiempo fingir que todo esto no me duele, y me vendrá bien imaginar que no está, que nunca estuvo en mí vida, que nunca me cambió, que nunca me hizo salir del caparazón, que sigo siendo la pequeña niña de la mujer que me está peinando con los dedos y que dio su vida por mí y a la que he pasado completamente por alto sus sabios consejos.

Por eso estoy ahora así.

— No voy a volver más a la Estatal, ni voy a seguir en Biología Marina. — Me mira petrificada a través del espejo. — Quiero dejar todo atrás y olvidarme de todo. — O por lo menos, intentarlo.

— Sólo por ser tan fuerte no te voy a regañar por lo del móvil. — Bufo.

— Ya... — Abro los ojos. — Siento mucho la pataleta. — Suspiro. — Cuando encuentre trabajo me compraré uno nuevo, usaré ese hasta que pueda permitírmelo. — Me sonríe.

— Es muy maduro por tu parte. — Me da un beso en la mejilla. — ¿Qué quieres comer? — Miro al suelo.

— No me apetece comer nada. — Digo por lo bajo.

— Tampoco es bueno que te quedes en casa. — Sin decirle nada, me hace ella misma una cola bien alta y tirando bien de mis pelos, al igual que cuando era pequeña, hago una mueca y me sonríe.

Su rostro se torna serio.

— Hija. — Dice en un suspiro.

— Sí es del imbécil ese, ahórratelo, ¿qué?

— Nada. — Niega con la cabeza.

Lo sabía.

— No sé qué hora es, ni qué día es, y me da igual. — La miro. — No quiero saberlo. Quiero dormir. — La informo.

Y eso mismo hago: me vuelvo a dormir hasta que termine de eliminar los somníferos de mi organismo.

Tendré que beber más agua más adelante, porque ahora, ganas, ganas, lo que se dicen ganas, no tengo.

Ni de respirar tampoco.

Anoche no me apetecía comer, tenía el estómago cerrado a cal y canto, y ni siquiera el delicioso aroma que desprendía el pollo al horno que ha hecho mi madre, que llenaba la pequeña casa, me despertó el apetito.

Amando A Hugo © [Profesor vol. 1] |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora