- ¿Eres virgen? - Me pregunta, mirándome fijamente, aún con ambos brazos recargados. Comienzo a ponerme roja e incomoda a su lado.
- Te... quiero, _____. - Dice Thomas antes de caer en un sueño profundo a mi lado.
- Es que... ¡No se como decirle! ¡N...
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______'s POV
Despierto, mis ojos se abren y miran hacia todos lados tratando de buscar alguna amenaza, mientras trato de pensar porqué fue que me desperté a esta hora.
El sol no ha salido, las estrellas iluminan el cielo, el cual está tan oscuro que hace que todo se vea terrorífico y hermoso al mismo tiempo, de una manera en la que solo la naturaleza sabe hacerlo.
Shelley ya no está sobre mi, sino en una posición algo extraña sobre el suelo, que es difícil de comprender y definir bien con esta extraña oscuridad.
Me levanto de mi lugar, abrazándome a mi misma, una brisa helada pasa rozando mis prendas y traspasa la tela, haciéndome temblar del frío.
No sé si sea prudente alejarme por un rato. La regla es quedarnos siempre juntos, pero siento que ahora mismo necesito mi espacio, alejarme de todo y sólo admirar lo que está a mi alrededor.
Doy algunos pasos, mis pies pisan algunas hojas y ramas que crujen. Parece que entre menos ruido quieres hacer, más sonidos produces o de la nada todo se oye más fuerte.
Malia levanta la cabeza para observar que es lo que está pasando. Y me ladra, sin distinguir quién soy. Se levanta de su lugar corriendo hacia mi, lista para plantarme una mordida.
— ¡Malia... Malia... soy yo, hermosa! — Grito en un susurro. Ella se da cuenta y se detiene frente a mi, ladeando su cabeza confundida.
Le hago una seña para que regrese a donde estaba y así lo hace. Así que sigo con mi camino.
Me adentro un poco al bosque, mirando entre los árboles. Y aunque mi vista no es muy buena de noche, mis ojos se están acostumbrando a la oscuridad, facilitándome moderadamente el trabajo.
Quiero estar sola un momento, pero tampoco quiero arriesgarme. Así que busco el árbol más viejo que puedo percibir, con una gran tronco y enormes ramas. Perfecto para escalar.
Así que empiezo a subirlo, mis manos son más ágiles que antes y tienen mucha más fuerza para sostener mi peso. Ahora tengo mucha más flexibilidad y hace que todo sea más sencillo.
Al terminar en la rama más alta que me podía sostener, me siento en la posición de mariposa, cruzando mis piernas y pies. Paso mis manos por mi cabello en una manera de tratar de cepillarlo, encontrándome con algunas hojas y ramas que quedaron atrapadas.
Estoy tan concentrada quitando las pequeñas molestias de mi cabeza, que cuando escucho una rama crujir, me paralizo. Asomo ligeramente la cabeza y suelto un suspiro de relajación al darme cuenta de que es sólo Thomas.
Su gran abrigo que lo cubre del frío, con los brazos cruzados sobre su pecho. Su boca temblando, sus delgados labios colocándose de un color violeta, mientras mira a todos lados como si estuviera buscando algo.
